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jueves, marzo 28, 2024

Farsa y simulación Bicentenaria

por Pablo Vargas González / Desde Abajo

A pocas semanas de que lleguemos a una de las fecha claves previstas para un “gran festejo” de los aniversarios de la Independencia y Revolución mexicana, han sido decepcionantes las propuestas “desde arriba”, y las iniciativas tienden a deformar las festividades en meras actividades “sin ton ni son”; y el gran presupuesto que se maneja en el país puede terminar, en negocios de unos cuantos, perdiendo la oportunidad para que los mexicanos reflexionen sobre la evolución y la identidad.

En los últimos días, el comité organizador ha sido expuesto a múltiples críticas. Desde el año 2006 en que se creó empezó a naufragar cuando Vicente Fox invitó a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano como coordinador general de la Comisión Organizadora de la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución. Sin embargo, debido a los cuestionamientos que recibió de diversos sectores de izquierda, el 16 de noviembre del mismo año este renunció.

Después vinieron las disputas entre los monopolios televisivos por los grandes dividendos que avizoraban. El lugar fue ocupado por Fernando Landeros. Fue severamente cuestionado por ser presidente de la Fundación Teletón y porque su nombramiento suponía que Televisa se había adueñado de los festejos. En abril de 2007 fue seleccionado Sergio Vela, ex presidente del Conaculta, pero en septiembre siguiente, el presidente Calderón designó a Rafael Tovar y de Teresa. Tres meses después, José Manuel Villalpando tomó el papel de Tovar y de Teresa. Apenas hace unos días se anunció que los festejos están a cargo de la Secretaría de Educación Pública (SEP).

No se ha definido si José Manuel Villalpando sigue en el cargo pero aparte de que no hizo gala a su formación de historiador y se sumió en el océano de la burocracia, ha dejado una “manzana podrida”. El comité organizador hizo las gestiones para convertir la conmemoración en “circo romano”, de ofrecer no pan sino puro circo.

Para organizar las fiestas, el gobierno mexicano contrató, sin licitación alguna, al australiano Ric Birch, director de Spectak Productions y maestro de ceremonias de cinco olimpiadas. Según ha explicado el gobierno federal, las olimpiadas de Barcelona y las de China las organizó él. Como ha sido la tónica en estos gobiernos neoliberales, el “show business” es lo que predomina.

Estamos a punto de que las celebraciones tan significativas para los mexicanos queden en una gran farsa, muy costosa para las arcas nacionales. Tan sólo el Fideicomiso del Bicentenario contaba en abril pasado con 2 mil 671 millones 600 mil pesos. Sin contar lo que los gobiernos locales están presupuestando en las entidades federativas.

Ya hemos dado cuenta de que se han etiquetado nombres de obras en nombre del Bicentenario, calles, puentes, carreteras, y un largo etcétera, muchas de ellas que no tienen relación alguna con la conmemoración o bien que estaban programadas con antelación.

Lo peor es que tienden a trivializar la historia nacional. Para los neoliberales y los ignorantes de la historia, los capítulos de la revolución y los “revolucionarios” son cosa del pasado que hay que borrar o por lo menos minimizar.

entre las actividades a realizar durante los festejos se encuentren un partido de exhibición de la National Basketball Association en Chihuahua, o una regata internacional desde Río de Janeiro, Brasil, hasta el puerto de Veracruz, organizada por la Secretaría de Marina. Hay, además, entre otras lindezas por el estilo, un Torneo del Bicentenario, un Balón Bicentenario, un banco (Banamex) que se denomina del Bicentenario.

Es necesario que la sociedad y las instituciones educativas retomemos la conmemoración de manera sería y masiva; que no quede en actos circenses; que en cada pueblo, barrio y comunidad se discuta los temas de la independencia y de la revolución mexicana. Que se hagan un balance de los 200 años de independencia a la luz de la dependencia económica y tecnológica del país; de la pobreza, la antidemocracia y el subdesarrollo. Que los eventos permitan a los mexicanos aprender de su pasado, precisamente para aprender de los aciertos y errores.

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