por Tania Meza Escorza
La primera vez que hablé con Geraldina, ella recién iniciaba funciones en un área para la atención a las mujeres en Desarrollo Social. Conversamos cinco minutos, los cuales me bastaron para detectar su ignorancia en temas de género y su férrea lealtad al sistema político vigente.
Luego, la pequeña dirección a su cargo se transformó en el Instituto Hidalguense de la Mujer el cual quedó también bajo su mando. Un año después, la escuché en una entrevista radiofónica y me sorprendió mucho su notable avance en cuanto a perspectiva de género, pero quedaba la duda de que la apertura fuera sólo discursiva.
Cuando llegó al Congreso Local, Geraldina venía de haber hecho una campaña basada en los derechos de las mujeres, pero su efímero paso por la diputación le impidió cumplir sus compromisos por la equidad.
Posteriormente ocupó la vicepresidencia y la presidencia de su partido. Para entonces, las asociaciones civiles defensoras de los derechos humanos habíamos perdido toda esperanza de que su discurso de género trascendiera a los hechos, pero nos equivocamos.
Aunque su paso por el entonces Instituto Hidalguense de la Mujer fue de menos a más, su labor por las mujeres en ese lugar no dejaba de ser parte del trabajo para el que había sido contratada, pero a su llegada al partido tricolor, sin tener necesidad de hacerlo, Geraldina no sólo se enfocó en las mujeres, sino que el femenino fue el sector más atendido por ella, y no de modo asistencial, sino desde la perspectiva del avance y los derechos. Aún para quienes no militamos en partido político alguno, el paso de Geraldina por el PRI dejó buen sabor de boca en cuanto a la equidad de género.
Después, en un hecho totalmente reprobable Osorio movió los hilos para imponerla en la alcaldía de Pachuca. Para la lucha por la equidad, no fue nada justo que la primera presidenta municipal de la capital del estado llegara al cargo gracias a una sucia maniobra.
Pero en el país de “no pasa nada” la imposición de Geraldina en el cargo no transcendió más que a unos cuantos reclamos y ella comenzó a gobernar Pachuca.
Todas las expectativas fueron rebasadas desde los primeros días. Resultó que Geraldina tiene otro modo de gobernar. No es el estilo patriarcal de la masculinización del poder. No es la cerrazón ni la ignorancia, impuestas como línea inamovible. No es “el Estado soy yo”, tan característico de su antecesor.
Con un estilo que no se había visto en los ayuntamientos priistas de Pachuca, Geraldina ha mostrado apertura con los actores locales, con las voces disidentes y con el propio personal de ayuntamiento, que venía de sufrir malos tratos cotidianos bajo el mandato anterior.
En unas cuantas semanas, el sentido comunitario municipal se convirtió en eje rector del ayuntamiento y, por primera vez en administraciones tricolores municipales, se inició la transversalización de los derechos humanos.
Tan inesperado como grato ha sido escuchar a la presidenta municipal hablando de derechos fundamentales en la inauguración del Congreso Nacional de Violencia Social y de Género, verla conversando con la gente en la calle, sin aparato de seguridad y, lo mejor y más increíble, atestiguar cómo la edil habló sobre interrupción legal del embarazo ante Patricia Mercado y ante cientos de pachuqueñas, en un foro del que ella misma fue convocante.
Pero, con todo lo buenos que han sido estos meses de mandato, ni podemos ni debemos olvidar la manera en que Geraldina llegó al poder, porque si lo hacemos estaremos validando una vez más que el gobernador en turno sea el amo supremo, que está por encima de toda ley.
Hidalgo acaba de vivir una dolorosa elección de Estado en donde la voluntad popular fue lo que menos importó. Por ello, es grato saber que existe un proceso legal en contra de la imposición en la alcaldía pachuqueña, y que aunque el resultado sea perder a una excelente mandataria para probablemente recibir a un nuevo inepto, siempre será mejor dejar el precedente jurídico para que las imposiciones recientemente vividas en el estado, sean de las últimas que le toque vivir a nuestra lastimada entidad.
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