por Pablo Vargas González / DESDE ABAJO
Llegamos a 100 años de revolución social en México, un movimiento de gran repercusión pero sobre todo que causó mayores expectativas de los distintos grupos sociales, puesto que se trataba de modificar las relaciones sociales del antiguo régimen porfiriano, es decir de exclusión social, de servidumbre, de polarización de clases sociales y de concentración del poder. Sin embargo, es lamentable que ni siquiera se puedan saber los acontecimientos en las regiones de Hidalgo, y más lamentable es que se vaya olvidando en las nuevas generaciones.
En el estado de Hidalgo se carece de una historia de los acontecimientos de la revolución mexicana en las regiones y municipios de la entidad, de los actores, de los protagonistas que encarnaron los movimientos revolucionarios. La historia oficial tiende a ser parca, a no profundizar y eludir la esencia de la revolución: los proyectos sociales de nación, eso fue que disputó la guerra de 1910-1917.
Hay un notable vacío de estudios sobre los gobiernos post revolucionarios y de las elecciones locales, decir del “momento electoral”, de las formas, procedimientos y mecanismos de elección y designación de las élites y los actores políticos locales. En los últimos años han aparecido investigaciones sobre comicios de relevancia coyuntural o de un interés competitivo reciente, de finales del siglo XX.
En muchas entidades federativas se encuentran investigaciones no solo históricas, sino también sociológicas, antropológicas y politológicas que arrojan resultados sobre lo que ha sucedido en 100 años.
Hay análisis sobre los factores y vínculos que permiten el acceso de los gobernadores y los procedimientos y rituales de su permanencia o caída del poder. Solo recientemente, con el incremento de la competitividad electoral en el país y con el triunfo de candidatos opositores, se han revalorado los comicios locales, principalmente los procesos de sucesión en las gubernaturas, pero en muy pocos de ellos se tiene una perspectiva histórica que abarque desde el siglo XIX hasta nuestros días.
Para el estado de Hidalgo es importante tener un enfoque de las elites políticas. Desde el porfiriato el papel de la designación –elección- de gobernadores constituía un elemento central en la formación y continuidad de las élites, más que por sus formas peculiares, porque implicaron la existencia de una estructura diferenciada de poder político en México, entre el centro y las regiones, tema que permite hacer nuevas interpretaciones en el análisis de las fuentes de poder, habilidades y legitimidad de las élites en el plano local y su grado de relación e integración en el nivel nacional. Los grandes cacicazgos locales no fueron fenómenos aislados sino articulados a una estructura nacional de poder caudillista centralizado en la personalidad de Díaz.
Con la Revolución Mexicana y la instalación del nuevo régimen constitucional, los actores políticos locales van a adquirir un nuevo papel dentro del sistema político mexicano. En un nuevo marco jurídico político “federalista” los gobernadores fueron convocados a formar coaliciones políticas en la formación de una nueva élite política nacional y local, hecha posible solo a través de una serie de alianzas y pactos entre las principales fuerzas políticas, que delinearon no solo los mecanismos de gobernabilidad y estabilidad sino también de control político. Las nociones de acuerdos, pactos y consensos entre élites políticas son fundamentales para entender el período post revolucionario en México.
Por ello, ya que se acerca el 20 de Noviembre, no como un gran acontecimiento en la vida de los mexicanos, sino como un “puente” para el descanso obligatorio, es necesario que la sociedad civil recupere la importancia del movimiento revolucionario de 1910. Que significa a 100 años? Cómo se traicionó? Que es lo que se ha hecho? Cuáles fueron las limitantes de la revolución en Hidalgo, que actores se apropiaron de ella?
Como dice bien el dicho sino aprendemos de la historia, estamos condenados a repetirla. En este periodo de gobierno neoliberales, donde la historia nacional sobra, es un trebejo viejo que hay que cargar, es necesario hacer debates en pueblos, ejidos sindicatos, escuelas, organizaciones sociales, para que no sea una historia de viejitos, anacrónicos y reaccionarios. Reconstruir la historia es recrear, reformar e innovar la política en el momento actual. La revolución está más viva que nunca.