Desde niña supe de su existencia porque era el orgullo de toda la gente que vivía en la Morelos. La papelería de las hermanas Granados Chapa era un lugar de referencia no sólo para encontrarnos con las y los vecinos, sino para formularles a las propietarias la pregunta obligada: “¿Y cómo está Miguel Ángel?”
por Tania Meza Escorza
Hoy mucha gente en este país habla sobre el legado que en su persona dejó el imprescindible trabajo periodístico del maestro Miguel Ángel Granados Chapa. Es una forma de catarsis colectiva ante la pérdida de un hombre entrañable, de alguien cuya muerte nos duele como pueblo, sin necesidad de que las autoridades o los medios de comunicación nos digan que debemos guardar luto nacional.
Soy afortunada, porque mi catarsis para recordar al maestro puede centrarse tanto en lo laboral como en lo personal, pero mi vínculo con él se inició desde un lugar más entrañable: la colonia Morelos de Pachuca, de la cual ambos provenimos.
Desde niña supe de su existencia porque era el orgullo de toda la gente que vivía en la Morelos. La papelería de las hermanas Granados Chapa era un lugar de referencia no sólo para encontrarnos con las y los vecinos, sino para formularles a las propietarias la pregunta obligada: “¿Y cómo está Miguel Ángel?”
Tanto la familia Granados, como la familia Chapa tenían siempre una historia sobre la infancia del maestro en el jardín de la colonia y en la primaria “Teodomiro Manzano”.
Para su público de éste y otros países, Granados Chapa forjó nombre y prestigio por sí mismo, sin ayudas ni espaldarazos, pero quienes nacimos y crecimos en la colonia Morelos sabíamos desde el inicio que llegaría lejos, siendo hijo de la maestra “Chapita”.
Florinda Chapa perteneció a la generación de mexicanas y mexicanos que, al saber leer y escribir, fueron designados como profesores para ir a las comunidades más alejadas a alfabetizar. A su regreso, fundó en su casa de la colonia Morelos una escuela a la que acudían todos los niños y niñas de la zona para aprender a leer. Un poco por el cariño colectivo y otro poco por la misoginia romántica de la época, la profesora Florinda fue popularmente llamada “Chapita”.
Así, en medio del aprendizaje de la niñez “morelense” creció Miguel Ángel, junto con sus hermanos Hemelia, Helvethia, Horacio y Armando Granados Chapa, además de sus múltiples primos y primas.
Siempre bien portado y solidario con una madre que trabajaba extenuantemente, el niño Miguel Ángel no se metía en grandes líos. Se la pasaba jugando en el jardín y ocasionalmente organizaba excursiones con sus amigos de barrio hasta los territorios que hoy ocupa la vecina colonia Maestranza.
Lo que vino después es sabido: Que estudió en el ICLA, que se fue a la UNAM a estudiar Derecho en las mañanas y Periodismo en las tardes, para así dejar tranquila a su mamá que sentía riesgoso invertir dinero en una carrera poco conocida hasta entonces, y más tratándose del primero de sus hijos que acudía a la universidad. “No quise decepcionar a mi madre, pero tampoco quería decepcionarme a mí, así que estudié las dos con la plena convicción de que sería Periodismo la que ejercería”, contó en múltiples ocasiones el maestro Granados Chapa.
Y lo posterior es más sabido aún: Las grandes experiencias, el riesgo continuo, la entrega total al periodismo y a la ética de la profesión, los premios y reconocimientos que iban llegando cada vez más, conforme avanzaba su exitosísima carrera. Pero en medio de toda esta trascendencia él nunca se olvidó de la colonia Morelos.
Cada que podía venía para acá. Una vecina llegó a bromear diciendo que de seguro la maestra “Chapita” había enterrado el ombligo de su hijo en el jardín, junto al busto de José María Morelos, “¿De qué otra forma te explicas que ese gran hombre siga regresando a la colonia?”
Durante los 17 años que duró su emisión radiofónica de la “plaza pública” en radio UNAM, era frecuente escuchar que el maestro hiciera referencia a Hidalgo, y cuando así lo hacía, inevitablemente mandaba saludos “a mis paisanos de la colonia Morelos”.
Su hijo Tomás Granados Salinas impartió una conferencia durante la pasada emisión de la Feria del Libro Infantil y Juvenil, que el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes organiza en el museo del Ferrocarril. Tomás abrió su conferencia refiriendo su gran satisfacción por estar en Pachuca, la tierra de sus padres, pero “me da mucho más gusto que esta Feria esté en la Colonia Morelos, en donde tantos veranos pasé durante mi infancia”.
Miguel Ángel podía haber llevado a sus hijos e hija a vacacionar a muchas otras partes, pero decidía traerles a la Morelos para fomentarles el amor por el barrio. Tomás Granados contó que él pasó muchos días metido en la biblioteca de la colonia, en donde leyó desde los grandes clásicos hasta colecciones enteras de cómics.
Mucho tiempo después de haber crecido con el orgullo de ser “paisana de colonia” de Miguel Ángel Granados Chapa y de leer su columna en distintos medios, llegué a la UNAM y estudié comunicación con libros escritos por él. Años más tarde, la vida me dio el invaluable regalo de trabajar directamente con él, y de recibir su confianza y respaldo sin reservas, como lo hacía con todas aquellas personas a las que apoyaba.
Lo que escriba ahora podría caer en el lugar común. Sólo añadiré que si en este mundo, en este país y en este estado hay mucha gente sintiendo la pérdida del maestro, hay particularmente una pequeñita porción de territorio pachuqueño, llamada colonia Morelos, doliéndose entrañablemente por la partida del más prolífico de sus hijos.
FB: Tania Mezcorhttp://twitter.com/taniamezcor
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