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viernes, abril 19, 2024

Un ilustre «Gobierno de coalición»

“Gobernabilidad”. Eso es lo único que se ha pretextado para conformar un “Gobierno de coalición” por parte de sus impulsores. Se dice, pues, que México sufre de profundas polarizaciones, contrates y heridas políticas y sociales que no cierran, por lo cual se hace necesaria una transición donde todos los intereses estén representados. Tantos intereses como aquellos que enarbolan Marcelo Ebrard, Ernesto Cordero y Manlio Fabio Beltrones como cabezas de tal acuerdo, y otros personajes como José Woldenberg y Carlos Fuentes quienes se han encargado de tararear las razones de la propuesta tantas veces sea posible, seguramente con la intención de otorgarle legitimidad. Vaya si es plural la idea, que hasta el mismísimo Vicente Fox salió a aplaudirla. Supongo que todos ellos tratan de vender (Por su definidición pronominal en el diccionario de la RAE: “Atribuirse condición o calidad que no tiene”) al público elector que se debate entre la decidia y la indecisión frente al 2012, una panacea que disipe las dudas políticas y conciba el milagro democrático que llevaría a este país al primer mundo. Sin embargo, al revisar los nombres que la suscriben (bastaría con los arriba mencionados), se puede caer en la cuenta que todos y cada uno de ellos representan –y han representado-, un solo interés derivado de una sola escuela política: esa misma que hoy tiene a México situado en el desastre neoliberal que comenzó en 1988 y se afianzó en el sexenio de Carlos Salinas de Gortarí, quien, a su vez, apadrino en algún momento, directa o indirectamente, la trayectoria de estos ilustres estadístas ¿Coincidencia? No lo creo. Y aunque eso no importara (sí importa, y mucho) pienso que un verdadero “Gobierno de coalición” -como el surgido en Ecuador, por ejemplo-, debe ser creado con años de negociaciones, acuerdos y prácticas diplomáticas entre partidos políticos, sectores y organizaciones de la sociedad civil. Lo que aquí se pretende, apenas fulgura en el comienzo oficial del proceso electoral presidencial, entre voces muy específicas que, a su vez, son conocidas por defender en público los peores vicios del sistema político mexicano. En el mejor de los casos, su idea apesta a oportunismo. Y en el peor, a una estrategia perversa para que la actual élite gobernante permanezca, sin importar su denominación.

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