El Partido Popular ha conseguido el mayor éxito electoral de su historia a costa del hundimiento total del PSOE. El mapa de España aparece prácticamente pintado de azul y esa imagen gráfica lo dice todo. Mariano Rajoy ha obtenido el respaldo que avanzaban los sondeos con una contundente mayoría de 186 escaños, tres más que Aznar en el año 2000.
Pocas veces en la historia electoral de cualquier país democrático se habrá dado el caso de un dirigente capaz de obtener un tsunami de votos al tiempo que genera tan escaso entusiasmo entre los votantes, incluidos los más fieles al PP. Tal fenómeno sólo se explica por la profundísima irritación de los ciudadanos contra la gestión del Gobierno socialista. Si se ponen nombres, el mayor mérito de Rajoy se llama Zapatero y se apellida Rubalcaba, pero su éxito debe agradecérselo especialmente a la peor crisis económica en décadas y a un paro descomunal. La inmolación de Zapatero tras aplicar las políticas económicas impuestas por Bruselas y el núcleo duro de la UE con la amenaza de un rescate no ha servido para lo que pretendía: concentrar en su persona todas las iras del electorado.
El pararrayos Zapatero no ha librado al candidato Rubalcaba de su altísima cuota de desgaste como exvicepresidente del primero y como hombre fuerte del partido. Ni siquiera la histórica renuncia de ETA al terrorismo puso en valor uno de los éxitos políticos de la era de Zapatero y de su también ministro del Interior. Cada propuesta del PSOE este 20-M se enfrentaba a una pregunta letal: ¿y ustedes por qué no lo han hecho? Y la campaña fue acumulando propuestas quizás válidas desde una óptica progresista pero carentes de credibilidad. El hecho de que el PP haya subido cinco puntos cuando el PSOE ha perdido 15 significa que en el caladero socialista han pescado otras siglas muy variadas, además de no conseguir el objetivo principal de su campaña, que era la movilización de los abstencionistas.
Con este resultado, el PSOE tiene que afrontar una renovación muy profunda, y ha de hacerlo a pocos meses de unas elecciones autonómicas en Andalucía, donde ayer se produjo un vuelco total a favor del PP. Ni siquiera aguantó el socialismo en Catalunya, donde el PSC ha sacado 11 escaños menos que en 2008 con la pérdida de casi la mitad del voto. La catástrofe electoral socialista no ha distinguido por tanto a Carme Chacón de Rubalcaba, los dos principales referentes en la sucesión de Zapatero. La política de recortes que viene aplicando CiU no sólo no ha sido castigada en las urnas sino que ha mejorado sensiblemente su resultado de 2008.
El Parlamento que sale del 20-N es menos bipartidista. Izquierda Unida consigue pasar de dos a once escaños y formar holgadamente grupo parlamentario propio, en su mejor resultado desde 1996. También lo tendrá Amaiur con siete escaños, como adelantaban los sondeos tras la renuncia de ETA a las armas. El éxito de la izquierda abertzale confirma un nuevo escenario político en Euskadi, donde sufre el PNV mientras los socialistas vascos reciben un nuevo varapalo.
Las urnas han registrado por tanto el mayor castigo a un partido gobernante desde la desintegración de UCD en 1982. En el plano político, el PSOE se ve obligado casi a una refundación sobre la base de casi siete millones de votos. En cuanto a la mayor urgencia de los españoles, la salida de la crisis, es Mariano Rajoy quien ya no puede ponerse de perfil. Ya no valen los “depende” ni los “ya veremos”. Ha dicho que lo tiene “todo en la cabeza” y una amplísima mayoría ha decidido que no se lo guarde más. Ha llegado su hora.
Fuente: blog de Jesús Maraña / Pubilco.es