Pocas son las empresas encuestadoras serias, o acaso, las que trabajan con estricto rigor científico, como pocos los ejercicios de opinión realizados con ética. Y de ahí una paradoja: en principio, creo no deberían existir las “empresas encuestadoras”, tanto que en el nombre llevan la advertencia (“se lucra con los datos”), como porque la estadística, al ser herramienta de las matemáticas, debería ser tratada con absoluta cientificidad para el conocimiento, interpretación y transformación del entorno objetivo y subjetivo del mundo, de un país o de una comunidad; y esta responsabilidad, debería estar en manos, únicamente, de la clase científica social. Sin embargo, al convertirse, las encuestas, en producto de explotación capital al caer en manos de empresarios, es muy fácil que el negocio se vincule a lo electoral, otro bien de por sí propiedad de unos cuantos. En ese sentido, poco debería importar quién va adelante y por cuanto en las supuestas intenciones del voto por la Presidencia de México que, particularmente, trabajan Consulta Mitofsky, GEA-ISA, Covarrubias, Ipsos o Reforma, quienes mueven la estadística para favorecer a quien se las compra. Dado que las y los científicos solo a veces están interesados en saber por quién el pueblo desea votar, el mejor sondeo está a boca de calle, en un contexto de confianza donde cualquier sesgo sucumbe ante la inevitable realidad nacional.