Este fin de semana, el PAN realizó elecciones para renovar a sus comités municipales y destacó que, en sus dos principales bastiones, Pachuca y Mineral de la Reforma, ganaron dos mujeres: Ruth León se alzó como nueva dirigente en la capital y Tania Sánchez hizo lo propio en territorio mineralense. De por sí es destacable que dos mujeres hayan sido elegidas como líderes en un Estado –y en un partido–, cuyo ejercicio de poder continúa haciendo diferencias por razones de género. De modo que, independientemente de sus posturas ideológicas, se ha de comprobar lo dicho por la presidenta de ONU Mujeres, Michele Bachelet: cuando una mujer entra en política, cambia la mujer; y cuando muchas mujeres entran en política, cambia la política. En ese sentido, Hidalgo sólo puede beneficiarse del arribo de más mujeres a los puestos de mando. Aún así, hay quienes minimizan los logros de Ruth León y Tania Sánchez, afirmando que sus victorias se las deben a hombres y son estos quienes ejercerán el liderazgo detrás de ellas. Y si ocurre o no, creerlo y expresarlo evidencia la misoginia que prevalece en el sistema político hidalguense: que las mujeres en política están de paso y el verdadero poder permanece en manos de hombres ¿Cuántas veces se ha pensado que una mujer es realmente el poder tras el trono de un hombre? Imaginarlo siquiera desborda los límites de la comprensión de la mayoría. La realidad es que León y Sánchez ejercerán como presidentas del PAN en sus municipios: las decisiones recaerán en ellas y en nadie más. Considerar algo distinto demuestra la necesidad de que más mujeres accedan a estos cargos; tantas más mujeres, hasta que sea imposible subestimarlas.