Hace unos días, leí un cuento a las niñas y niños sobre una niña que al despertar descubría que sus padres eran pequeñitos y ella muy grande. Los alimentaba, peinaba y vestía; finalmente se daba cuenta de que todo había sido un sueño.
Al siguiente día hicimos títeres de dedo para que los(as) niños(as) representaran a sus progenitores. Cuando les pregunté qué harían si su papá y mamá fueran así de chiquitos, recibí respuestas graciosas como: «Les daría de comer un quesito chiquitito», Los subiría a los carritos de mi hermano», «Jugaría con ellos a la casita».
También hubo otras respuestas: «Los ensuciaría en el lodo», «Les pegaría si desobedecen», «Los pisaría», «Me iría de la casa a viajar».
Estas últimas respuestas me hicieron imaginar el trato que seguramente reciben ellos(as) u otros(as) niños(as) a su alrededor.
¿Sabías que según la Encuesta Nacional de los Niños, Niñas y Mujeres (ENIM), en el 2015, al menos 6 de cada 10 niñas, niños y adolescentes de 1 a 14 años experimentaron algún método violento de disciplina, y 1 de cada 2 niños, niñas y adolescentes sufrieron agresiones psicológicas?
En cuanto a los factores de riesgo de sufrir violencia en las relaciones cercanas mencionados por la OMS, son 4 de 6 los que más llaman mi atención, como madre:
- Falta de apego emocional entre los(as) niños(as) y su padre, madre o cuidador(a)
- Prácticas deficientes de crianza de los hijos(as)
- Frecuentación de compañeros delincuentes
- Muestras de violencia entre padres/madres o cuidadores
Llaman mi atención porque se requiere apego, sí, pero a las mujeres se nos obliga a separarnos de nuestros hijos(as) a pocos meses de parir. Es decir, esto no depende completamente de nosotras sino de las políticas laborales. Constantemente escucho gritos, insultos o humillaciones “directos” o “de broma” hacia niñas y niños de parte de sus progenitores. También observo prácticas de crianza que fomentan relaciones de desigualdad entre los(as) menores y sus padres, justificadas como “disciplina positiva”, pero que son sumamente adultocéntricas.
¡Qué decir de los compañeros delincuentes! A veces no es necesario que lo sean, basta con confundir a alguien de quien una madre o padre está enamorado, con un(a) potencial compañero(a) de crianza que quizá no lo es, y terminar afectando al niño o niña con esta salida y entrada de personas a su vida.
Por otro lado, las muestras de violencia entre progenitores y cuidadores(as). “Conmigo se pasó, pero es un buen padre”. No, señoras, una persona que es violenta con la madre de sus hijos(as) no puede ser un buen padre y viceversa.
Cada vez estoy más segura: cuando escucho de la prevención o combate de la violencia en etapas adultas, considero que se está empezando demasiado tarde. Se combaten las consecuencias, no las causas. Miremos a niñas y niños.
Pensando en Paulo Freire yo diría: cuando la crianza no es libertaria, el sueño del oprimido es convertirse en opresor.
De participar en el ejercicio que platiqué al inicio de esta entrada ¿Qué haría tu hijo(a) contigo si fueras tan pequeño(a) como un dedo?