La violencia ácida es una forma de violencia de género con «alta carga simbólica», señala el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED), pues con ésta se pretende destruir la vida de las mujeres.
Por eso, el Congreso de Hidalgo busca incorporar la violencia ácida en el Código Penal y en la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, luego de la iniciativa presentada por el diputado Luis Ángel Tenorio Cruz.
En sesión número 25 de la Diputación Permanente, el legislador emanado del partido Movimiento de Regeneración Nacional dio a conocer la propuesta que reforma, deroga y adiciona diversas disposiciones de la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y al Código Penal de Hidalgo, en materia de violencia ácida.
De acuerdo con Tenorio Cruz, el objetivo es salvaguardar el derecho humano con el que cuentan todas las mujeres a una vida libre de violencia, por tal motivo, se busca incorporar la violencia ácida como un tipo de violencia en dicha ley, cometida por ataques de ácido, álcalis, sustancias químicas, corrosivas, cáusticas, irritantes, tóxicas, inflamables, líquidos a altas temperaturas o cualquier otra sustancia que provocar o no lesiones ya sean internas, externas o ambas.
Toda vez que resulta que este tipo de violencia premeditada se esté suscitando y la Ley de Acceso Local no la contemple, a pesar de existir antecedentes de este tipo de ataques como el ocurrido en Molango, indicó.
Del mismo modo se pretende reconocer la agresión con ácidos y otras sustancias químicas o corrosivas, como un delito en el Código Penal de la entidad. Dicha iniciativa fue enviada a las comisiones conjuntas de Seguridad Ciudadana y Justicia y Legislación y Puntos Constitucionales para ser analizada y en su caso dictaminada.
Una violencia con alta carga simbólica
De acuerdo con la organización Acid Survivors Trust International (ASTI), al año se ocurren en el mundo al menos mil quinientas agresiones con ácido, de los cuales, más del ochenta por ciento son contra mujeres, y el noventa por ciento de los agresores son hombres, casi siempre relacionados de alguna manera con las víctimas.
ASTI destaca que la mayoría de los ataques ocurren en países del sureste de Asia, África subsahariana, India occidental y Oriente próximo. No obstante, los ataques en Latinoamérica cada vez son más frecuentes.