… esta no es una historia de amor, es la crónica de un feminicidio…
“Las mexicanas solemos girar en torno al amor como burras de noria, insistimos en un Rey Salomón que nos bese con los besos de su boca nos diga que nuestros pechos son gemelos de gacela, nuestro vientre un montón de trigo cercado de lirios y que bajo nuestra lengua hay un panal de leche y miel. Se nos va la vida en ese gran engaño que es la esperanza”, escribe Elena Poniatowska en su libro Las siete cabritas, lo leí 5 veces antes de…
Las mujeres, gracias a una sociedad patriarcal, estamos programadas desde el nacimiento a “encontrar el amor”, la pareja que llegue a salvarnos de nosotras mismas, que nos ame “con nuestros demonios” porque son demonios la necesidad de libertad en todos los sentidos, las mujeres no nacimos para eso, nos dicen.
Nos saturan la mente con historias de amor en las redes sociales, dueñas de nuestros anhelos; nos taladran los pensamientos con el tipo de hombre al que debemos aspirar física, económica y hasta mentalmente, por eso nos preocupa tanto lo que dirán las personas de nosotras si tenemos una pareja “fuera de lo normal, de lo establecido, de lo que debe ser”.
Una vez (quizá varias) caí en esa trampa maldita del estereotipo del “chico malo”, ¿la recuerdas? En la década de los 90 nos atiborraban en el cine con relatos románticos donde el “rebelde” se enamora de la “inocente, la tímida, la rechazada social” porque así teníamos que ser para que llegara el salvador.
Entonces ahí estaba yo con mis carencias emocionales de infancia, con mis deseos de ser aceptada, amada y de cumplir con mi requisito social de tener un novio, recién graduada por tesis, con mi primer empleo para ejercer, con un futuro por delante, pero no me alcanzaba el título para sentirme mejor ante las flechas incendiarias “¿y para cuándo el novio?, ¿pero necesitas a alguien con quién compartir estos logros?, afortunada en el trabajo, desafortunada en el amor (risas)”.
Bueno, ese es otro tema, el punto es que ahí estaba yo con mis carencias emocionales cuando de pronto aparece mi propio Jesucristo, mi propio chico rebelde, el motivo de mi existencia, el creador de mi codependencia y todo este huracán de absurdeces que nos envuelve.
… esta no es una historia de amor, es la crónica de un feminicidio…
Debí responder “no, gracias” cuando me dijo “no busco nada serio”, debí continuar con mi vida. Debí irme cuando me aseguró “tú no eres mi prioridad” o cuando le encontré demasiados mensajes con otras mujeres igual de carentes que yo. Nunca en seis años escuché una disculpa suya…
Sólo aparecía un mensaje al día, a veces ninguno, no podía presentarlo como “mi novio” porque él me decía que no lo era, ni podía cuestionar si en alguna fiesta trataba de “conquistar” a otras mujeres, tampoco conocía a su familia ni nada de su entorno o de su vida, sólo su nombre completo y que tenía 32 años.
Dice mi feminista favorita que no debemos juzgar el pasado con las herramientas del presente, siempre la leía y me ilusionaba con que algún día terminaría esa relación y me dedicaría a contar mi historia, lo hago ahora.
Cuatro advertencias
Sentía mucha ansiedad cuando ese hombre no estaba cerca de mí, mucha soledad cada que no respondía un mensaje o cada que leía “tú y yo no somos nada” o cada que desaparecía por un mes y recibía un texto por la madrugada “sal de tu casa”. “Que tonta”, me decían mis amigas porque yo salía sin decirle un solo comentario que pudiera parecer un reclamo, íbamos a un motel por dos horas, manejaba alcoholizado y entonces sentía temor de que algo nos pasara, “pero así es el amor”, me auto reclamaba, todo lo espera, todo lo soporta porque algún día se dará cuenta que yo estoy ahí siempre a su lado, cuando nadie más está.
Nunca se me ocurrió pensar que, si nadie más estaba alrededor, era por una razón.
La primera advertencia fue en una fiesta donde vi que se mensajeaba con alguien, me salí e intentó explicarme que no era nadie, reclamé, lloré y le di una cachetada, estaba alcoholizada, por eso me gané que me golpeara en la cara con el puño cerrado, me estrellara en la pared y no me dejara ir. Una de sus amigas vio y no hizo nada. Eran las 3 de la mañana. ¿Qué estaba haciendo ahí? Por eso nos pasan esas cosas porque una mujer decente no está a esa hora fuera de casa, borracha y tóxica. Porque así nos dicen, ¿no?
A la mañana siguiente no hubo nada, ni una llamada, ni un mensaje, ni un “perdón”, quisiera poder contarles que se arrodilló, lloró, suplicó y que por eso seguí mi no relación, pero no, eso no sucedió, continué porque estaba en un círculo de abuso que no identifiqué y que nadie me ayudó a hacerlo porque las personas se alejaron de mí por seguir ahí, con él. “Estúpida, no se valora, no sé qué espera para dejarlo” y etcéteras.
Mi mamá me vio el brazo morado y me dijo “espero que no estés permitiendo que te pegue porque si ni yo lo hice jamás, ningún hombre lo hará, más te vale que no sea así porque no sabe de lo que soy capaz”. Mi mamita. Pobre de mi madre, éramos nosotras las que no sabíamos de lo que él era capaz, lo supimos luego, pero entonces no le confesé nada, nadie podía lastimarlo, “me pegué en el baño”, mentí.
La segunda advertencia fue la noche en que manejó el automóvil a toda velocidad, alcoholizado, creo que drogado y muy enojado porque tenía que irme temprano a casa, en el camino me arrepentí y para que no se enojara, para que no me abandonara, le dije que mejor dormiría con él, él puede tener cualquier nombre.
Fuimos de nuevo a un hotel tan sucio que yo siempre salía de ahí con granos en la piel, cada que me veía así de humillada recordaba el día en que hice mi examen de titulación, como me aplaudieron los sinodales de pie, los rostros de mi familia felices, los aplausos y la esperanza de una mejor vida…
Entramos a la habitación y me aventó a la cama, puso sus rodillas en mis brazos y me dio un golpe en la cara porque “fui una impertinente en la fiesta y a él nadie le da órdenes frente a sus amigos, me reafirmó que no teníamos nada formal, que dejara de comportarme como una pinche loca”. Eso, somos unas pinches locas.
Lloré de frustración y luego de culpa, llamé a mi amiga para pedirle que fuera por mí, eran las 2 de la mañana, pero en cuanto pronuncié el nombre de él, escuché “estás bien pendeja, tú no entiendes que ese tipo no te quiere” y me colgó.
La cuarta advertencia fue la tarde en la que rompió la pantalla de mi celular al estrellarla en mi rostro “porque estaba de puta escribiendo con otros”, estábamos en un café y otras personas sólo nos miraron, lo dejaron ir cuando se levantó de la mesa, mi nariz sangraba terrible y la vergüenza me hizo levantarme del piso, tomar una servilleta, dejar un billete de 200 pesos en la mesa y salir a toda prisa, nadie me detuvo tampoco.
Le escribí un mensaje para decirle que no era verdad que estaba de puta con nadie, que lo amaba y que quería que estuviéramos bien, creo que suplicar en una relación con las frases “vamos a estar bien, no hay que pelear, por favor confía en mí”, ya son una advertencia por sí solas.
El 13 de julio de 2023 fuimos a una reunión con sus amigos, porque yo me había quedado sin nadie por “necia, porque entonces ya me gustaba vivir así o de lo contrario lo dejaría”, bebimos, reímos, nos besamos y esa noche por primera vez me dijo “te quiero”, ya era un avance para reestablecernos, curar nuestras propias heridas y estar bien.
Bailamos y después desapareció, lo encontré en el baño con otra chica, lo aventé, le grité, me tomó del brazo y salimos de ahí, nos subimos al auto, llegamos al hotel de siempre, me aventó en la cama y comenzó a ahorcarme, me dijo “¿y si te mato ahorita?”, eso no podía suceder, mi mamá me esperaba en casa, por la mañana tenía que ir al trabajo, continuar mi vida, continuar con vida.
Golpeé y rasguñé sus brazos, pero no pude. La habitación estaba oscura. Comencé a quedarme sin respiración, todo comenzó a borrarse. Mi mamá me estaba esperando en casa y no regresé.
No es suicidio, se llama feminicidio
¿Sabías que el peor enemigo de una mujer no es otra mujer sino un hombre violento? ¿Sabías que el peor enemigo de una mujer no es otra mujer sino un estado patriarcal?
¿Sabías que el peor enemigo de una mujer no es otra mujer sino autoridades incompetentes?
¿Sabías que el peor enemigo de una mujer no es otra mujer sino una sociedad que protege y normaliza la violencia en el noviazgo?
Él dijo que me suicidé, pero no me suicidé, él me mató. Abril no se suicidó. Mariana no se suicidó. Nadia no se suicidó. Michell no se suicidó. Serymar no se suicidó. Fabiola no se suicidó. Karina no se suicidó. Fátima no se suicidó.
No es suicidio, se llama feminicidio y al terminar de leer esta historia otras 10 mujeres ya fueron asesinadas en las últimas 24 horas.
**El texto fue construido con historias reales personales y de otras amigas que vivieron violencia en el noviazgo con el fin de conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, este 25 de noviembre, y para contar la historia de las que ya no están con nosotras.
¡Hermana, si te pega no te ama!
¡Hermana, si te cela no te ama!
¡Hermana, si no confía en ti no te ama!
¡Hermana, si te castiga con el silencio no te ama!
¡Hermana, no estás sola!
No hay excusa para la violencia contra las mujeres y las niñas.