El aspirante a la candidatura al Senado, Cuauhtémoc Ochoa, ya se brincó todas las trancas del proceso interno y está reuniéndose con elementos de Morena en pos de lo que llama su “proyecto”. No se sabe si se refiere al Senado o de plano ya está pensando en ser gobernador sin saber, primero, si obtendrá la nominación a la cámara alta.
Este fin de semana se reunió con diputados y diputadas locales morenistas quienes le dieron al mano al exsubsecretario de Medio Ambiente en el sexenio de Enrique Peña Nieto, diciéndole que sí, que lo apoyarán. O eso le hicieron creer. En esa reunión estuvieron personajes cercanos al hoy diputado independiente y (otro) adversario del gobernador Menchaca, el cantante Francisco Xavier Berganza, con quien Ochoa da indicios de entendimiento. El problema del aspirante a senador es que no tiene seguidores, por tanto, carece de operadores para su deseada campaña. Eso sí, tiene dinero. Y con billetes pretende comprar adeptos con la mira puesta en el Ejecutivo del estado.
Las reuniones de Ochoa fueron a espaldas del liderazgo de Morena. Son formas priístas. La coacción política por el dinero, el agandalle. Sin respeto a la vida interna del partido que hoy ocupa. No entiende (y no tiene la capacidad de entender) su historia. Y no le interesa. Pero, ese no es el problema. A diferencia suya, su biografía sí la conocen quienes han pugnado por la izquierda. El problema es el riesgo que representa para el morenismo y su proyecto en Hidalgo. La presencia del alfil osorista pretende reventar por dentro a la 4T y devolver el poder a los antiguos poderes estatales: políticos y empresarios. Detrás de Cuauhtemoc Ochoa viene Miguel Osorio, el murillismo y el saqueo; es decir, el derrumbe de la transición democrática y la vuelta al caciquismo.
Sin embargo, Morena está a tiempo de evitar el desastre. Aunque ya abrió la puerta a indeseables, aún puede romperle el folio a Ochoa y a tantos y tantas más que están asomando sus fauces en este proceso, con la intención de tragarse viva a la 4T. No está de más advertir lo obvio: si pasa Cuauhtémoc Ochoa, el partido guinda enfrentará un serio problema de gobernabilidad, y el avance de la quinta-columna osorista sólo podrá ser detenida con el alzamiento de las bases, desatando un conflicto indeseable. Ahórrenle ese problema al pueblo de Hidalgo.