El gobernador Julio Menchaca ya lo advirtió: este 2024 será complicado con el agua. Más difícil de lo que fue el 2023. Esto significa que seguiremos enfrentando que el líquido llegue por tandeos, sin potencia suficiente y con días en los que de plano no haya.
Aquí debemos detenernos un poco. ¿Por qué nos está pasando esto en Hidalgo? Los factores son varios. En primer lugar, las sequías. De acuerdo con el Monitor de Sequías de la Comisión Nacional del Agua, todos (sí, todos) los municipios del estado sufren algún nivel de sequía. Y veintitrés de ellos, «sequía severa», incluido Pachuca en nivel de «sequía excepcional».
Después, yacen problemas que expuso el gobernador mismo al comenzar su sexenio. De hecho, una de las primeras cosas que hizo apenas asumió el mando fue verificar cómo estaba el tema en la Comisión de Agua y Alcantarillado de Servicios Municipales, la CAASIM. Tras mirar la situación, Menchaca advirtió públicamente que la situación era grave. Además de la falta de agua (parece mentira pero es necesario recordar que el agua no se fabrica; que es un recurso no renovable, o sea que nunca tendremos más agua que ahora) hay dos conflictos que amargan aún más la crisis: la infraestructura que posibilita la dotación en los hogares fue abandonada por los gobiernos anteriores. Esto significa que hay tuberías viejas y otros mecanismos obsoletos que provocan fugas o interrupciones en el suministro. De hecho, a causa de esto se pierde el cincuenta por ciento del líquido, según el gobernador. Y otra cosa: el huachicol. Sí, además de gasolina, en Hidalgo se están robando el agua.
Aquí lo que sigue. ¿Qué hacer? Para empezar, el gobernador Menchaca anunció este jueves en Zimapán que pronto realizará una inversión en tecnología para componer la infraestructura de CAASIM y adelantó que será algo fuerte. Mientras tanto ya puso mil quinientos millones de pesos este año para ayudar a recomponer el tema. También, avanzarán en la vigilancia y castigo sobre el robo de agua y cancelar las tomas clandestinas.
Gente, estamos en una emergencia. Lo debemos tener claro. Esto es algo que debe decirse y discutirse en todos lados; en toda la administración pública, en el Congreso y en las mesas de café. Debemos poner en cintura a las empresas y grandes plazas. Y vamos claros, se tienen que plantear cerrar la planta de cerveza Modelo que está en Apan, la segunda más grande del país. La industria cervecera gasta hasta cinco litros de agua por cada litro de cerveza que fabrica, con una fabricación estimada de 22 millones botellas y latas cada día. Modelo se justifica diciendo que reducen su explotación a 2.3 litros por cada uno de agua. Estimaciones indican que la cervecería está produciendo 12 millones de litros al día, con un costo irreparable al acuífero Apan, ubicado en la cuenca del Pánuco, lo cual atrajo la atención del grupo, propiedad de la multimillonaria belga Anheuser-Busch InBev. Reportes indican que la industria está explotando seis millones de litros provenientes de cinco pozos del manto. En el año 2021, especialistas de la Asociación Mexicana de Hidráulica advirtieron que la compañía había secado el acuífero de la región Calera Víctor Rosales, en el estado de Zacatecas. Lo mismo en Yucatán. Los empleos que genera esta fábrica no justicia de ninguna manera el terrible impacto ambiental que está produciendo.
Tenemos que hacer todo lo que estén en nuestras manos y más allá para sobrevivir a la crisis. Nos va la vida en ello y no es exagerar. En unos pocos años será demasiado tarde para imponer medidas contundentes. ¿Aún me leo exagerado? De acuerdo con estimaciones de la UNAM, nos estamos acercando a un «apocalipsis de agua» y en el año 2028 enfrentaremos el día cero. Es decir, esto no mejorará en estas condiciones. Tenemos que hacer algo ya, cada quien, según sus capacidades.
