Está claro que la iniciativa de la presidenta Claudia Sheinbaum para eliminar el nepotismo en el ejercicio del gobierno ha caído mal en Morena, en particular, entre el Grupo Parlamentario de ese Partido en el Senado. Las razones son muy simples: el senador Félix Salgado Macedonio intenta suceder a su hija, Evelyn Salgado Pineda, en la gubernatura de Guerrero; el senador Saúl Monreal Ávila intenta suceder a su hermano, David Monreal, en la gubernatura de Zacatecas; y la senadora Ruth González Silva, quiere ocupar el cargo que hoy ostenta su esposo, Ricardo Gallardo, en la gubernatura de San Luis Potosí. En los tres casos, las elecciones se realizarán en el año 2027, justo cuando la iniciativa pretendía entrar en vigor pero, mañosamente, el morenismo senatorial aplazó su aplicación hasta 2030. Por supuesto, a todo el mundo le queda claro que lo hicieron para beneficiar a estas cofradías.
En su conferencia mañanera, la presidenta Sheinbaum expresó su desacuerdo con la modificación y adelantó que el pueblo no votará por una candidatura nepotista, más como un llamado que como un deseo. De inmediato, la líder de Morena, Luisa María Alcalde, avisó que su Partido sí aplicará la voluntad de la mandataria y colocará candados para evitar que haya candidaturas de familiares en el poder en las elecciones de 2027. Claro que los aludidos no tardaron en respingar y, con la altanería del macho, declararon que si «el pueblo» los quiere, ellos se postularán; claro, no aclararon si en las filas morenistas o buscarán colarse la puerta de atrás, como los ladrones, con el favor del Partido Verde o el Partido del Trabajo.
La iniciativa de la presidenta Sheinbaum ataca uno de los males centrales de la política: la creación de élites o eso que en México llamamos «cacicazgos»; es decir, la concentración de poder en las manos de un grupo de familiares o amigos, el cual se extiende por años.
Este es el caso de la familia Monreal, por ejemplo, quienes han pasado dos veces por la gubernatura de Zacatecas, además de haber sido ya presidentes municipales de la alcaldía Fresnillo, senadores y diputados federales. Algo indignante, por donde se le vea.
Hay un libro llamado La elite en el poder (1956) del sociólogo C. Wright Mills que describe esto. Explica que el nepotismo en política ocurre cuando un gobernante beneficia a un grupo de familiares o amigos, colocándolos en posiciones clave y diseñando mecanismos para excluir a otras personas que no pertenecen a su círculo íntimo. Esta es una manera de perpetuarse a sí mismos en el poder. Todo un caso digno de análisis de la personalidad. El mismo Freud creía que esta conducta es un síntoma de angustia, ya que el sujeto (en este caso, el gobernante) cede su autonomía (a personas que considera suyas) con tal de sentirse seguro; es decir, seguro de su «poder».
Por tales motivos, está claro que el nepotismo no debería existir pero, al encontrar tantas resistencias, se configura como una de las fronteras del sistema político. Su aprobación apunta en primera instancia a los relevos en las posiciones de poder, pero puede calar en las estructuras de los poderes del Estado donde, cargo que se ocupa sirve para colocar a familiares o amigos que, dicho sea de paso, es otro síntoma de corrupción.