El próximo 18 de febrero, el Partido Revolucionario Institucional, realizará una elección entre consejeros políticos nacionales y estatales sobre quién habrá de asumir la presidencia y la secretaría general durante los próximos cuatro años. Pero ¿realmente el PRI tendrá la capacidad de renovarse y regresar a los primeros planos de la vida política nacional?
Por Gustavo Godínez / Desde Abajo
El próximo 18 de febrero, el Partido Revolucionario Institucional, realizará una elección entre consejeros políticos nacionales y estatales sobre quién habrá de asumir la presidencia y la secretaría general durante los próximos cuatro años. Pero ¿realmente el PRI tendrá la capacidad de renovarse y regresar a los primeros planos de la vida política nacional?
Nos es la primera vez que el PRI hace una campaña gritando a los cuatro vientos “un aire de renovación, una infusión de sangre nueva», posteriormente del terrible descalabró que les significó la pérdida de las elecciones del ejecutivo en el 2000 –hecho insólito el cual muchos de nosotros, pero sobre todo nuestros padres y principalmente nuestros abuelos, pensaron que jamás sucedería–, después de más de 70 años de permanencia en la silla presidencial, hubo una reacción tardía y torpe en la cual, en todas las elecciones posteriores, ya sea estatales municipales, etc, se hablaba de un nuevo PRI, hecho que no ha cambiado hasta la fecha.
El problema con estas olas publicitarias de un PRI renovado es que han carecido de fundamentos y de una verdadera reestructuración de fondo y forma, eran las mismas caras, y lo peor, la misma ideología. Aunque la lógica nos diría que las viejas costumbres del PRI cambiarían para renovarse verdaderamente y modificar así la opinión pública hacia él, esto no ha sucedido, y no es de extrañarse, en este país, la política no entiende de lógica.
Y para muestra basta un botón, o más bien, un costal de ellos, recordemos los hechos más importantes de la vida priísta en los dos últimos años (desde entonces, ya con la gastada promesa de renovación): la penosa lucha de poderes del Tucom con la intención de vencer a Madrazo para elegir a Arturo Montiel y su posterior balconeada mediática al ventilar su debilidad por las mansiones millonarias, caso inexplicable, porque por más que se trata de cuadrar, las cuentas no salieron nunca, después; los pleitos con la maestra Elba Ester Gordillo y Roberto Madrazo Pintado, mientras los miembros del tricolor miraron con horror la caída de su abanderado en las elecciones presidenciales (lo que para muchos fue el último madrazo para el desplome del partido), y como saldo, una irremediable fragmentación en al interior; el indignante caso del “gober precioso» poblano Mario Marín, que no termina de explicar, en su florido vocabulario, de dónde ch{9e1ff1bee482479b0e6a5b7d2dbfa2de64375fcf440968ef30dd3faadb220ffd}&/(@»#s! salieron esas pi#${9e1ff1bee482479b0e6a5b7d2dbfa2de64375fcf440968ef30dd3faadb220ffd}&/=)s! grabaciones que lo tienen haciéndole al equilibrista en su puesto de gobierno, tratando de justificar una situación que no se puede aceptar bajo ninguna circunstancia; las revueltas en Oaxaca orillando a Ulises Ruiz a “turistear» en los hoteles más lujosos del DF, mientras su estado se caía a pedazos y por supuesto en casos más locales, porque en todos lados se cuecen habas “a la tricolor», el año ante pasado, el aún no aclarado cheques gate del exgober de Hidalgo, Manuel Angel Núñez Soto y el entonces candidato y hoy gobernador, Osorio Chong, por 42 millones de pesos del erario público, o el por todos conocido, Gerardo Sosa, ex porro – más bien todavía lo es –, ex presidente del PRI Estatal, que no quita las garras de encima de la UAEH y que mantiene a estudiantes y maestros como rehenes de sus ambiciones políticas.
Todos ellos casos vergonzosos e inaceptables, dónde se muestra que el motor del priísmo no es como debiera, el pueblo mexicano, sino el dinero, el poder por el poder, tomarlo abruptamente hasta embriagarse con el.
De una y mil formas, el una vez orgulloso, y hoy agachado príismo, ha mostrado en sus últimos intentos de renovación que no han aprendido nada. Ante los hechos, mejor ni hablar. Probablemente, nadie que se hubiera propuesto destruir al priísmo lo hubiera logrado con éxito, el PRI se está destruyendo sólo victima de su ambición, de su necedad, de su corrupción y soberbia.
Ese era el problema, cada vez que el PRI prometía un nuevo rostro, este parecía salir directamente del quirófano del “doctor» del Villar, del “matabellas», o del doctor Frankestein ofreciendo a México un monstruo amorfo que no ofrecía nada nuevo.
En esta ocasión, la elección se está librando entre Beatriz Paredes y Enrique Jackson: dos militantes de larga carrera en el Revolucionario Institucional, sea cual sea el resultado, al ganador le queda una losa pesada por cargar, enfrentar los retos del partido como son: formular verdaderamente una nueva propuesta política, económica, social y cultural y tener la capacidad para atraer a los jóvenes a ella; la capacidad para generar armonía en un partido fragmentado por la fuerza de sus grupos internos, la capacidad para volver a convencer al ciudadano de confiar en él, pero, sin duda, para que estos retos se cumplan tendrá que enfrentar uno todavía mayor: exorcizar sus demonios y los fantasmas del pasado que aún rondan sin descanso en la cúpula priísta, eliminar “tradiciones» partidistas que aún hoy, se conservan en su interior: aquel de oídos sordos que no permitía cuestionamientos, aquel que dejó una estela de robo, corrupción, asesinatos, acarreos, “caídas del sistema», elecciones arregladas, promesas rotas, engaño, traición y pobreza a su paso, aquel “partido oficial».
En fin, suerte con sus demonios al PRI, pero más suerte para México. (Desde Abajo)