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viernes, julio 26, 2024

Columna: Espiritualidad de la Cuarta República

El buen combate

. El Buen Combate es el que libramos en nombre de nuestros sueños. Cuando estallan en nosotros con todo su vigor -durante la juventud- tenemos mucho valor, pero aún no hemos aprendido a luchar. Después de mucho esforzarnos, terminamos aprendiendo a luchar y entonces ya no tenemos el mismo valor para combatir. Por eso nos volvemos contra nosotros y nos combatimos a nosotros mismos, y nos transformamos en nuestro peor enemigo

por diácono Alvaro Sierra Máyer / Desde Abajo

El hombre no puede nunca dejar de soñar… El sueño es el alimento del alma, como la comida es el alimento del cuerpo… Muchas veces, en nuestra existencia, vemos rotos nuestros sueños y frustrados nuestros deseos, pero es preciso continuar soñando, si no nuestra alma muere y el Amor verdadero no penetra en ella…

Sí. Ya se ha derramado mucha sangre en los campos de batalla en donde tú estás combatiendo. Y te asaltan incertidumbres y dudas… Pero, mira, no importa mucho si crees que has ganado o si crees que has perdido. Ni siquiera importa mucho si tú tienes la razón o la tienen tus enemigos. Lo importante es que sigas librando el Buen Combate…

El Buen Combate es aquel que se emprende porque nuestro corazón lo pide. En las épocas heroicas, en tiempos de la caballería andante, esto era fácil, pues había mucha tierra y mucho por hacer. Sin embargo, en la actualidad el mundo ha cambiado mucho y el Buen Combate fue trasladado de los campos de batalla a nuestro interior…

El Buen Combate es el que libramos en nombre de nuestros sueños. Cuando estallan en nosotros con todo su vigor -durante la juventud- tenemos mucho valor, pero aún no hemos aprendido a luchar. Después de mucho esforzarnos, terminamos aprendiendo a luchar y entonces ya no tenemos el mismo valor para combatir. Por eso nos volvemos contra nosotros y nos combatimos a nosotros mismos, y nos transformamos en nuestro peor enemigo. Decimos que nuestros sueños eran infantiles, difíciles de realizar o, simplemente, fruto de nuestro desconocimiento de la realidad de la vida. Matamos nuestros sueños porque tenemos miedo de librar el Buen Combate…

El primer síntoma de que estamos matando nuestros sueños es la falta de tiempo. Las personas más ocupadas que conocí en mi vida siempre tenían tiempo para todo. Las que no hacían nada siempre estaban cansadas, no hacían ni el poco trabajo que debían realizar, y se quejaban constantemente de que el día era demasiado corto. En realidad, tenían miedo de librar el Buen Combate…

El segundo síntoma de la muerte de nuestros sueños son nuestras certezas. Porque no queremos ver la vida como una gran aventura para ser vivida, comenzamos a creernos sabios, justos y correctos en lo poco que le pedimos a la existencia. Miramos más allá de las murallas de nuestra cotidianidad y oímos el ruido de las lanzas que se quiebran, el olor del sudor y de la pólvora, las grandes caídas y las miradas sedientas de conquista de los guerreros, pero nunca sentimos la alegría, la inmensa alegría presente en el corazón de quien está luchando, porque para ellos no importan ni la victoria ni la derrota. Sólo librar el Buen Combate.

Finalmente, el tercer síntoma de la muerte de nuestros sueños es la paz. La vida se convierte en una tarde de domingo y ya no nos pide grandes cosas, ni exige más de lo que queremos dar. Entonces creemos que somos maduros, dejamos de lado las fantasías de la infancia y alcanzamos lo que llamamos «nuestra realización personal y profesional». Nos sorprende cuando alguien de nuestra edad dice que aún quiere esto o aquello de la vida. Pero en realidad, en lo más íntimo de nuestro corazón, sabemos que lo que sucede es que renunciamos a luchar por nuestros sueños, a librar el Buen Combate…

Cuando renunciamos a nuestros sueños y encontramos la paz, tenemos un pequeño periodo de tranquilidad, pero los sueños muertos comienzan a pudrirse dentro de nosotros y a infestar todo el ambiente en que vivimos. Comenzamos a volvernos crueles con quienes nos rodean y, finalmente, dirigimos esa crueldad contra nosotros. Surgen las enfermedades y las psicosis. Lo que queríamos evitar en el combate -la decepción y la derrota- se convierte en el único legado de nuestra cobardía. Y, un buen día, los sueños muertos y podridos vuelven el aire difícil de respirar y comenzamos a desear la muerte, la muerte que nos libere de nuestras certezas, de nuestras ocupaciones y de aquella terrible paz de las tardes de domingo…

(Tomado, con ligeras modificaciones de El Peregrino de Paulo Coelho)

Herman@, amig@, compañer@: ¡Que no se te mueran los sueños! ¡Sigue combatiendo el Buen Combate! ¡México, tu familia y yo necesitamos eso!

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