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viernes, julio 26, 2024

Los mineros, principio e historia del sindicalismo en México

. El primer intento hidalguense por formar un sindicato fue en 1924, cuando los mineros protestaban por mejoras en sus condiciones laborales justo cuando la debacle de la producción minero metalurgica en el estado comenzaba a gestarse; no obstante, la legislación de aquella época no permitía que una organización obrera fuera posible y fue hasta 1931 cuando el surgimiento de la primera ley federal del trabajo, que tal intención tuvo cabida en la vida política laboral de Hidalgo.

Por Luis Alberto Rodríguez / Desde Abajo

El punto mas importante del nacimiento del sindicalismo en México surgió en tierras hidalguenses. Desde la primera huelga conocida y registrada en todo América Latina sucedida en las minas de Real del Monte hasta la creación del primer sindicato obrero en Cementos Portland, Hidalgo ha sido protagonista de este marco histórico – político en el país, teniendo uno de sus principales protagonistas en Ciudad Sahagún con el dulce cuento mutado en horror denominadso Diesel Nacional.

Formal comienzo

El primer intento hidalguense por formar un sindicato fue en 1924, cuando los mineros protestaban por mejoras en sus condiciones laborales justo cuando la debacle de la producción minero metalurgica en el estado comenzaba a gestarse; no obstante, la legislación de aquella época no permitía que una organización obrera fuera posible y fue hasta 1931 cuando el surgimiento de la primera ley federal del trabajo, que tal intención tuvo cabida en la vida política laboral de Hidalgo.

Pero es hasta finales del gobierno de Plutarco Elías Calles (1924 y 1928), cuando mineros como trabajadores de otros rubros establecen políticas obreristas de fondo, creándose así el primer sindicato de empresa en el estado, en una cementera franco- inglesa denominada “Cementos Portland», hoy “Cruz Azul», en Jasso, municipio de Tula.

Es en esta empresa donde la organización laboral se registra ante el desconocimiento de los patrones en un primera instancia. Tras las insistencias de los sindicalizados, la constructora se ve obligada a formar un contrato colectivo con salarios mayores a los que comúnmente se pagaban con todo y prestaciones.

Pese al hecho, “Cementos Portland» seguía desconociendo al sindicato y por tanto, traicionó su palabra y no otorgó tales aumentos provocando que los trabajadores impulsaran una secuela procedimental y llevaran su caso ante la Junta de Conciliación y Arbitraje. La instancia emitió un laudo ante el caso, pidiendo se reconocieran las prestaciones y lo pactado en el contrato colectivo de trabajo; sin embargo, los patrones de la cementera continuaron en su postura inicial, sin reconocer el fallo de la instancia gubernamental a favor de los trabajadores.

El caso había llegado a los oídos del gobernador Bartolomé Vargas Lugo quien claramente le señaló a la gerencia de Cementos Portland: “La ley nos da la posibilidad de que si ustedes no reconocen el sindicato y si como empresa extranjera no reconocen nuestras leyes, podemos expropiar la empresa y sus bienes»; el hecho se consuma e instrumentando una política obrera, el gobierno estatal le entrega Cementos Portland a el sindicato. Pero, previamente, el gobierno le pide a los nuevos dueños se constituya como cooperativa, dando origen a la hoy “Cooperativa de Trabajadores de Cementos Cruz Azul», una de las más exitosas en la vida obrera de este país.

Sindicato Minero

El sindicato minero hidalguense es el primer intento de formar un “sindicato nacional de industrias». Impulsado por el Corl. Matías Rodríguez, el gobernador Ernesto Viveros Pérez, inicia su gestión el 1º de abril de 1933 y concluye el 30 de marzo de 1937.

Vivéros Pérez inicia una política obrerista creaándose el “Sindicato Industrial de Obreros, y Empleados Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana», constituido el 27 de abril de 1934, en convención celebrada en el salón de actos del Instituto Científico Literario de Estado, a la que asistieron 27 organizaciones que agremiaban a 12 mil 256 mineros de los estados de Coahuila, Chihuahua, Durango, Guanajuato, Hidalgo, Jalisco, Oaxaca, San Luis Potosí, Sinaloa y Zacatecas.

La importancia de este acontecimiento derivó en registrar como primera y segunda secciones de la Nueva organización Sindical a la integradas por los trabajadores de las minas de Pachuca y Real del Monte respectivamente.

Tras estos hecho, de 1960 a la fecha, tanto el sindicato minero como otros tantos, han visto reprimidos sus acciones en razón de las condiciones económicas del país las cuáles no permitían pagar las prestaciones que eran exigidas por las organizaciones obreras. Así, las diversas crisis que México sufrió y ha sufrido fueron aprovechadas por los patrones para cerrar las empresas y abandonar a sus trabajadores, con la trampa de reabrir sus negocios tiempo después contratando gente menor a la establecida y condiciones que no permitían la constitución de sindicatos, así se conformaron las microempresas y destruyendose industrias tradicionales y sus organizaciones.

Para las décadas recientes, la empresas mineras aún propiedad del Estado vieron desfasada su suerte por el bajo precio de la producción del mineral ante un alto costo del mismo. La plata se compraba amenos y paulatinamente redijo sus precios.

Cuando Luis Manuel Wilard, último gerente de la para estatal minera en Pachuca y Real del Monte, las cosas parecían subir, aunque en apariencia. El funcionario utilizó dinero recabado durante la desconcentración del sector minero para elevar la producción minera y colcar las prestaciones de los trabajadores en condiciones favorables. Construyó el hoy Centro Minero y las casa habitaciones correspondientes poniendo a la paraestatal en números negros.

Así, Wilard hace atractiva la venta de la empresa minera a la iniciativa privada; sin embargo, a su llegada, los nuevos empresarios se dan cuenta que no hay capital para pagarle al sindicato sus prestaciones pues la paraestatal se había desfondado.

A la fecha, todo es conocido. Las minas cerraron y miles de mineros quedaron en la calle. La compañía Real del Monte y su sindicato no es mas que una anécdota de la historia de esta ciudad.

Ciudad Sahagún, el exceso

Para la década de 1950, el gobierno federal entra a la carrera de la era industrial y comienza a elaborar estrategias que le permitan entrar al mercado de la construcción de carros de ferrocarril, siderúrgicas, motores y vehículos de transporte, erigiendo empresas dentro del ramo paraestatal, una de ellas en Hidalgo, en Ciudad Sahagún.

Aquí, el estado como empresario y como patrón comienza a cometer errores fatales. El sobreviviente “Sindicato Industrial de Obreros, y Empleados Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana», acude a Diesel Nacional (DINA) y comienza su pelea por mejoras en sus condiciones de trabajo, creando su propio sindicato.

El presidente Luis Echeverría, queríendose sacudir la imagen y la presión del líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), Fidel Velázquez, entrega los sindicatos de Ciudad Sahagún a Juan Ortega Arenas, compañero y amigo suyo quien decide formar los sindicatos independientes a quienes les otorga prestaciones que rebasan el 100 por ciento del salario, ubicándose en un peso con cincuenta centavos por cada peso que el trabajador recibía; a costa de ello, el sindicato y las paraestatales comenzaron a corromperse y gestar su derrumbe económico y político.

Por otorgar tantas prestaciones, DINA se descapitaliza y sus ventas no otorgan lo necesario para su subsistencia. La gerencia de la paraestatal acude al Estado para que él mismo subsidie a la empresa; el gobierno se da cuenta que tal mantención no es conveniente, menos aun, cuando Diesel Nacional tenia la capacidad de ser autofinanciable. Pero sucede; el exceso en el pago de prestaciones y los vicios al interior del sindicato y para con el patrón llevaron a la quiebra a la paraestatal.

El sindicato se acostumbró a las prestaciones excesivas tanto, que cuando lo quería o requería, boicoteaba sus propias prestaciones en busca de mas y mejores aumentos. Verdaderos excesos que al final, crearon monstruos sindicales que se aprovecharon de la presión política que los empresarios nacionales y extranjeros ejercían sobre el gobierno quien no podia dar el mal ejemplo, teniendo conflictos con sus agremiados.

Para el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado, los excesos del sindicato de DINA y la ineficiente política económica provocó el cierre de las empresas, en las que se incluyó las de Ciudad Sahagún.

DINA fue vendida a capital extranjero quien no pudo con la absorción de las prestaciones y en un periodo de dos o tres meses, quebró e definitiva y cerró, dejando a un sindicalismo mal encausado que exportaba vicios en cuanta empresa era posible a las que llegaba exigiendo las mismas prestaciones que en la paraestatal y, por supuesto, fracasaba. (Desde Abajo)

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