¿Y si, en efecto, el país está jodido? Concediéndole un hilo de razón al seleccionador nacional de futbol, Javier Aguirre, ¿y si en realidad en México ya no podemos estar tranquilos en la calle con miedo a que un “lunático” nos ponga plomo en la cabeza como le sucedió al nuevo prócer de la aguja hipodérmica mediática, Salvador Cabañas? Tal vez. Pero ¿podría opinar lo mismo cualquier mortal mexicano que no gane 4 millones de dólares al año y se de espacio y recursos para transitar su casa habitación de Miami a Madrid, al estilo del llamado “Vasco”?
Por Luis Alberto Rodríguez / Desde Abajo
¿Y si, en efecto, el país está jodido? Concediéndole un hilo de razón al seleccionador nacional de futbol, Javier Aguirre, ¿y si en realidad en México ya no podemos estar tranquilos en la calle con miedo a que un “lunático” nos ponga plomo en la cabeza como le sucedió al nuevo prócer de la aguja hipodérmica mediática, Salvador Cabañas? Tal vez. Pero ¿podría opinar lo mismo cualquier mortal mexicano que no gane 4 millones de dólares al año y se de espacio y recursos para transitar su casa habitación de Miami a Madrid, al estilo del llamado “Vasco”?
David Hume, padre del empirismo, llegó a la conclusión que los sentidos distorsionan en buena medida nuestra concepción de la realidad. De tal suerte, lo importante de las declaraciones hechas por este personaje –tomado por muchos neuróticos periodistas deportivos como un líder de opinión al nivel de un embajador o secretario de Estado-, no es si él por sí mismo se expresa con verdad o no de su país natal, sino el efecto que éstas pudieran tener en el sentido de las cosas que fabrica buena parte del pueblo razo, el cual, gracias al impacto del massmedia, podría tomar lo transmitido por Aguirre como verdad consumada.
Rafael Ocampo, editor del diario deportivo La Afición, escribió en su columna del miércoles 17 que no está mal cuestionar a Aguirre si muchos o la mayoría de los ciudadanos aquí, hemos pensado huir a otro destino como consecuencia de la violencia social. Su neurosis escrita recuerda lo enseñado por el célebre ensayista Carlos Monsiváis sobre que, cuando pensamos –por ejemplo-, “la gente se levantará” o “la gente es manipulable”, en realidad proyectamos un deseo personalísimo del inconsciente; es decir, en realidad lo que se dice es “yo me levantaré” o “yo soy manipulable”.
Por supuesto, tanto Aguirre como Ocampo ejercen su derecho propio a expresar miedo. Pero eso no debería significar una opinión compartida entre el público general. México está mal, cierto. Podríamos estar jodidos sino es que esa es la intención desde la entrada del neoliberalismo al país.
Lo preocupante se transforma en alerta, cuando en el juego del raiting previo a la celebración del Mundial de futbol en Sudáfrica, a los medios masivos no les importa alterar los sentidos populares con afanes de construcción de una realidad igual de neurótica que la que puede tener un burgués que gana más de 60 millones de pesos anuales.
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