por Gabriel Pérez Osorio / Desde Abajo
Decenas de miles de mexicanos son, el día de hoy, unos criminales que ameritan cárcel, juicio y condena, si sus pies se encuentran dentro del territorio estadounidense de Arizona.
La gobernadora de ese estado norteamericano, Jan Brewer, fronterizo con México -específicamente cono Sonora- firmó el lunes pasado una Ley, con lo que la promulgó, mediante la cual convierte en delincuentes estatales a todos aquellos individuos que no logren demostrar que están legalmente en suelo estadounidense.
Para ello, faculta a los policías para que aborden a las personas que consideren sospechosas para verificar su estado migratorio, sin necesidad de que exista órden de juez de por medio. Pueden sospechar de cualquiera que no parezca “estadunidense”.
Estamos hablando de cerca de 460 mil personas, de las cuales, cinco mil, son del estado de Hidalgo, de acuerdo con el diputado Héctor Pedraza.
Las reacciones de rechazo a la polémica Ley comenzaron casi de inmediato, dentro y fuera de los Estados Unidos.
Lo mismo el Congreso de Hidalgo, que el gobernador Miguel Osorio, los presidentes Felipe Calderón, de México, y Barack Obama, de Estados Unidos, el secretario general de la OEA, la Iglesia Católica de España y el jefe de gobierno capitalino Marcelo Ebrard, de visita en Washington, todos, condenaron la Ley.
Habrá que entender, primero, el contexto en el que se ha aprobado esta Ley. Estados Unidos se prepara para elegir, en elecciones intermedias, senadores, diputados (representantes) y algunos gobernadores, en noviembre de este año.
John McCain, el senador que perdió frente a Obama la presidencia de Estados Unidos busca permanecer en su escaño por otro periodo de cuatro años. La gobernadora Brewer enfrenta una férrea oposición dentro de su partido y tiene en el tesorero de su estado a un fuerte contendiente por la candidatura republicana a la gubernatura. Su oponente se ha deslizado, ideológicamente, más a la derecha y llevaba semanas conminando a la mandataria a que firmara la Ley, como reto, frente a los electores de su partido.
El caso del senador McCain es más patético aún. El ex candidato presidencial, republicano también, fue un firme defensor de leyes federales que le dieran a los migrantes mayores derechos y amnistías en los Estados Unidos. Su necesidad de votos lo ha obligado a correrse más a la derecha de lo que ya estaba.
Lo que sucede en nuestro vecino del norte puede parecer lejano, pero no lo es. Es, más bien, un digno recordatorio de lo que las elecciones pueden hacer con los políticos cuando se trata de votos. Lo mismo en México que en Estados Unidos.
Las promesas, que se las lleva el viento, sirven para distraer o atraer a un electorado indisciplinado, miope e ignorante, con temas que parezcan primordiales, pero que, en realidad, son cortinas de humo creadas por los gobernantes o aspirantes a, para hacerse con el poder.
En este caso, lo lamentable, es que, como en el México de hoy, la derecha está elevando la apuesta con tal de arrimarse simpatías de los más radicales, convirtiendo la injusticia, el pensamiento cavernario y la ignorancia, en Ley.
Así lo hizo ya el primitivo gobernante prisita de Veracruz, Fidel Herrera, quien siguiendo el ejemplo que dio su partido en otras 14 entidades, con tal de ganarse las simpatías de la ignorante y miope ultraderecha mexicana, criminalizó a los profesionales de la salud que acepten practicar abortos en esa entidad.
El caso, si no igual, sí es ilustrativo.
La demagogia, que es una fiel compañera y cómplice de la mayoría de los políticos del mundo, tiene en Barack Obama, a uno de sus más fieles representantes. Luego de la aprobación de la Ley, el presidente de EU declaró: “Si seguimos sin tomar medidas en el nivel federal, veremos otras gestiones mal encaminadas en el país. Como nación, como pueblo, podemos elegir un futuro diferente”. O sea, nada.
Los que han tomado cartas en el asunto han sido mexicanos y estadounidenses en Internet que ya promueven actos de boicot en contra de Arizona, así como el alcalde de Phoenix y el sheriff de uno de los condados más grandes de ese estado, pegado, por cierto, a México, quienes ya han anunciado que desacatarán la fulana Ley.
Con un imperio que no termina de llegar a su máximo nivel, pero en el que la ultraderecha inculta gana espacios preocupantes, se vuelve más imperante que nunca poner atención en nuestra propia casa o antes de que nos demos cuenta, podríamos tener un presidente tonto e ignorante o uno que declara la guerra a un enemigo que desconoce. O peor, una combinación de ambos.
Por lo pronto, vale la pena dejar de comprar o consumir cualquier producto que venga de Arizona y, por supuesto, evitar a toda costa viajar a aquel estado de la Unión Americana. Y fijarse muy bien antes de decidir por quien votar. Los discursos y las bonitas promesas de la ultraderecha no son más que eso: malas intenciones disfrazadas de buenas.
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