por Pablo Vargas González / Desde Abajo
Para Monsiváis; defensor de la diversidad sexual
Lo que pudo ser evitable, finalmente sucedió: el asesinato de Fernanda, mujer transgénero, que junto con otras había denunciado agresiones y amenazas de carácter homofóbico meses atrás, fue la víctima de cruel homicidio. Tras desaparecer el martes 16 de junio, posiblemente secuestrada, apareció atada, torturada y con dos balas en la cabeza el sábado 19 de junio.
Lo anterior se ubica como un claro crimen de odio. Es decir se trata de un delito generado por una conducta violenta motivada por prejuicios, y su producción y reproducción aparecen en situaciones de debilidad en la protección de garantías individuales. Puede entenderse como una forma de violencia dirigida a personas que pertenecen a un grupo específico, ya sea social, racial o étnico o que tengan una tendencia sexual o religiosa catalogada como «diferente».
En este caso existió una clara agresión hacia Fernanda por su identidad sexual. Alejandro Ávila Huerta, estudioso de la violencia homofóbica en su artículo “Violencia homofóbica en Hidalgo. Historia de una omisión” (2009), ha señalado los diferentes niveles en que se produce la homofobia.
Homofobia, la define Ávila Huerta, como “la intolerancia y el desprecio hacia las personas que presentan una identidad u orientación afectivo-sexual distinta a la heterosexual, por el simple hecho de su existencia, sus conductas y sus manifestaciones, que generan una sensación de angustia y un miedo patológico e irracional que se expresa violenta y arbitrariamente en forma de burlas, insultos, abusos, intimidaciones y agresiones físicas que en ocasiones llegan al asesinato”.
Es una práctica institucionalizada y socialmente regulada y avalada, así como un fenómeno cultural, por lo que su significado varía y depende del tiempo y el lugar en los cuales se desarrolle; sin embargo, en términos generales, es la prejuiciada suposición de que la homosexualidad provoca una perturbación en el orden de sexos y de géneros lo que ha dado su valía social a la homofobia, aunque sexos, géneros, identidades, orientaciones y prácticas sexuales pueden relacionarse entre sí de maneras variadas más allá de las impuestas por el heterosexismo.
En el caso de Fernanda, y del grupo “Transgenero Hidalgo”, agrupación civil a la que pertenecía, con anterioridad ya habían denunciado hostigamiento, amenazas y agresiones. No se puso atención, se archivaron sus casos como “robo” o “intento de asalto”.
Fernanda fue víctima de dos agresiones que se dieron a conocer en la opinión pública. La organización Transgénero Hidalgo denunció el 15 de junio de 2009 que personal de la Preparatoria número 3 de la UAEH agredió a sus integrantes, al promover el uso del condón a las puertas de la institución educativa. Desde luego la autoridad rectoral desconoció que hayan ocurrido hechos de discriminación que sin embargo circularon ampliamente en internet.
El 23 de julio de 2009 las amenazas fueron cumplimentadas. Dos transgénero, trabajadoras sexuales, fueron balaceadas y dos de ellas heridas por arma de fuego. A pesar de la denuncia, hasta el momento no hay resultado de ninguna investigación ministerial.
Karen Quintero lideresa de “Transgénero Hidalgo”, en el sepelio de Fernanda ayer martes 22 de junio ha sido clara en demandar una investigación a fondo y a las autoridades locales exigirles dejar de desdeñar las agresiones homofóbicas. Y ha levantado un grito de batalla. “Ni una más”.
Es claro que este sector de la sociedad es vulnerable y al cual se le escamotean sus derechos y garantías individuales. Coincido con Alejandro Ávila: se requiere, además de restituirles con toda su plenitud los derechos humanos para esta franja de personas, incorporar figuras jurídicas, tales como la “violencia homocida” así como también la cultura de valores y del pluralismo entre niños y jóvenes, como también entre autoridades.
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