por Gabriel Pérez Osorio / Desde Abajo
Importa poco si Javier Aguirre decide usar su cerebro el domingo, frente al seleccionado de Maradona, México está perdido en un laberinto que no parece tener salida.
No se trata, por desgracia, de la falta de pasión, tino, amor a la camiseta, compromiso y el largo etcétera, que los jugadores de la Selección Mexicana demuestran cada que tienen que salir a jugar un partido de futbol.
Es mucho más grave que la falta de visión y las ansias de estratega de un seleccionador que no tiene ni idea de cómo ganar los partidos importantes, ni de la terquedad a ultranza de uno de los entrenadores mejor pagados de Sudáfrica 2010.
Por desgracia, se trata del laberinto que los mexicanos, como sociedad en general, hemos construido y perpetuado, con cada alto que nos pasamos, con cada peatón al que no respetamos, con cada una de las acciones de ilegalidad que hace cotidiana la delincuencia.
Porque todos nos quejamos de que Javier Aguirre vendió el partido contra Estados Unidos en 2002 (y, ciertamente, lo hizo), pero a nadie le preocupa ni tantito circular con la licencia vendida.
Porque a no pocos indigna que el “Guille” Franco sea titular indiscutible y exige investigación para comprobar favoritismo comercial, pero son menos los que se indignan cuando alguien se mete en una fila.
No son minoría los que exigen que la Femexfut deje de ser manejada al antojo de unos cuantos ejecutivos codiciosos, pero nadie pone el grito en el cielo cuando se asesina a una líder transgénero en Hidalgo. Es más, pocos se entran.
A todos nos preocupa enormidad que los jugadores se dediquen más a grabar comerciales de sanduichitos, pero todos consumen el pan del osito que, en cambio, en un país con leyes como Estados Unidos, ya tuvo que retirar millones de productos del mercado por no cumplir con las mínimas condiciones de salubridad.
Son hartos los que, indignados, escupen la foto del Bofo Bautista en el Panini, pero no hay valiente que brinque para exigir justicia a la pequeñita que, violada por unos imberbes descerebrados, lo único que pide es castigo para los que desgarraron su ano entre los estantes de una zapatería.
Este país, que podría gritar de loca e irracional alegría el domingo a las tres horas y quince minutos, si Cuauhtémoc deja de fumar y chupar cuatro días, es el mismo que cierra la boca frente a las cinco decenas de padres que tuvieron que enterrar los cuerpos carbonizados de sus niñitos, hace ya más de un año y que lo único que exigen es que alguien pague por tenerlos encerrados en un almacén.
México es un país que celebra remontar lugares en la clasificación anual de estados Fallidos, que encabeza las listas de corrupción, violación a los derechos humanos, asesinatos de periodistas, tráfico de influencias.
Un país donde los candidatos del partido en el poder, exigen que los gobernadores saquen las manos de los puerquísimos y descalificables comicios locales –esos que dibujan la caricatura de una democracia que no es- porque les están haciendo lo mismo que Fox y su camarilla le hicieron a los demás durante seis años.
México es el país de la vuelta a la izquierda desde el tercer carril; la nación donde los papás trabajadores y cotizadores no tienen derecho a las guarderías que provee el IMSS, por estar reservados a los hijos de las madres trabajadoras, pero que mira pasar 60 millones de pesos para la estancia de los empleados de la Suprema Corte de Justicia.
México es un país de leyes incompletas, de reglamentos de plastilina, de funcionarios incompetentes, de políticos corruptos, de ciudadanos que aspiran a ser millonarios “haiga sido como haiga sido”, de jugadores de futbol mediocres y agachones, de legisladores machistas, ignorantes, ineptos y ladrones.
México es un país que nació torcido, derrotado, endeudado, dividido, situación de la que no ha logrado salir 200 años después de haberse declarado independientes de un imperio español descuartizado.
México, es el país que celebra a los héroes que no nos dieron patria y vomita sobre las tumbas de los pocos que sí la consiguieron.
México, el país de los contrastes, no tiene remedio mientras las mujeres tripliquen a los hombres el tiempo que dedican a las labores domésticas no remuneradas.
México, el país de los malagradecidos, no tendrá escapatoria de esos intelectualitos que se rinden ante los espejitos que les ofrece una oligarquía voraz y depredadora, y que se reúne en Bellas Artes a rendirle pleitesía al más vendido de su especie.
México, por eso, está perdido. No importa que el domingo los jugadores mexicanos decidan ser alemanes, argentinos, brasileños o italianos y venzan a la albiceleste.
Acá, de este lado del charco, los chamaquitos se seguirán pasando los altos; los agentes de la patrulla fronteriza de EU mantendrán su xenofóbica e impune ofensiva contra migrantes latinoamericanos; los candidatos continuarán imprimiendo su avalancha de mentiras en trípticos de promesas y las mujeres, los indígenas, los gays, los niños y las niñas, seguirán siendo carne de cañón de machos sin neuronas, curas pederastas y homófobos incultos.
Y los mexicanos seguirán siendo víctimas de esos, los ciegos, los sordos, los ignorantes, los incultos, los pretenciosos… en fin, seguirán siendo de las y los mexicanos.
Epílogo
Una noche antes del México-Uruguay se reunieron ejecutivos de Televisa y Justino Compeán con el presidente de la Confederación Sudamericana de Futbol, el doctor Nicolás Leoz. Ahí se oficializó la oferta de Conmebol para México: la Copa América 2013 se jugará en tierras aztecas. No se sabe que dieron a cambio los tricolores.
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