por Yohandry Fontana / DESDE ABAJO
Pudiera especularse aquí, a partir de la consulta con una destacada psicóloga cubana, sobre el complejo de castración de Sarah Palin a partir de su enfermizo apego a las armas de fuego, en especial las de cañón largo, como símbolo fálico que en algunos de los más íntimos rincones de su personalidad ella desea llevar como propio.
Pero hasta el propio Sigmund Freud se espantaría al asomarse a estos tiempos donde casos como los de esta insana señora son una bicoca. Porque resulta que el perpetrador del tiroteo al que pudiera haber instado la congresista Palin, el joven de 22 años Pared Lee Loughner, también es alguien “mentalmente inestable”, según el sheriff del Condado de Pima.
Tampoco esta matanza, que dejó como saldo seis personas muertas –incluyendo a una niña de 9 años y a un juez federal- este sábado en Tucson (sudeste de Arizona,) y otros 12 heridos, entre ellos una legisladora demócrata, constituye la aguja en el pajar, porque en las últimas dos décadas suman decenas los sucesos similares acontecidos en ese país del norte.
Se especula hoy sobre la figura del terrorista solitario y acerca de posibles complots contra la vida de la congresista demócrata, quien, por demás, está casada con un astronauta de la NASA que en abril próximo debe encabezar la última misión del transbordador espacial Endeavour.
Pero no creo que esas sean las puntas para desenredar la madeja. En realidad, se trata de una madeja enferma en su totalidad desde hace mucho y que ahora se llena aun de más nudos con la grave crisis económica que atraviesa y que parece estar empujando a no pocos al suicidio.
Según La Organización Mundial de la Salud, cerca de tres mil personas se quitan la vida cada día, y muchas de ellas por causa de la abusiva presión del trabajo condicionada por la asfixiante crisis. Hace ya 31 años, Mark David Chapman, también alguien a quien le endilgarían el calificativo de “terrorista solitario”, asesinó a John Lennon de cinco disparos de revolver; y lo hizo, declaró, solo para que se fijaran en él, para no seguir pasando inadvertido.
Todas estas son razones, nunca justificaciones. Porque ni una sola podría acallar el sufrimiento de Roxanna Green, la madre de la niña asesinada en Arizona este sábado. Roxana refirió este domingo cómo su hijita había sido incluida en un volumen titulado Rostros de la Esperanza; ahora, “Sólo quiero que su memoria siga viviendo, ella sigue siendo un rostro de la esperanza. Alto a la violencia, detengan el odio.”
¿Alguien escuchará a Roxanna Green?, ¿Qué memorias conservarán el sonriente rostro y esperanzado de su hijita Christina?
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