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domingo, diciembre 22, 2024

El PRI y la libertad de expresión

Cuando los “expertos en comunicación” del gobierno estatal llaman a los dueños o directores de los medios para exigirles la cabeza de periodistas incómodos a cambio de mantener los convenios de publicidad, es el propio gobierno quien pierde. Cuando se hace circular videos misóginos y denigrantes contra reporteras que no informan a nivel nacional lo que el poder exige, la mayor pérdida la llevan las autoridades.

por Tania Meza Escroza / DESDE ABAJO

Sede del PRI en Hidalgo. Foto: PRI

¿Por qué la circunstancia de Carmen Aristegui provocó una reacción tan amplia en comunicadores y en la opinión pública?

Independientemente de que el prestigio de la comunicadora tiene años de sustentación y no se ha caracterizado por ser obsecuente con el poder, cualquiera que sea el signo de éste; por encima del derecho que tienen los empresarios de la comunicación de decidir sobre quiénes colaboran en sus medios, lo que proyecta, lo que evidencia la reacción de tantas y diversas voces, es la convicción de que la libertad de expresión es un valor irrenunciable, y sobre todo, lo que se aprecia, es el derecho a la crítica.

El pluralismo no sólo es un tema de orden electoral. El pluralismo tiene que ver con una visión del mundo en donde reconoces que hay distintos, diferentes, que hay otros que no tienen que ser como tú, ni profesar los mismos valores o dogmas o convicciones que tú profesas.

El pluralismo refleja la capacidad de las sociedades, de trasladar la utopía de las uniformidades, que siempre es una utopía fascista, a la convicción de que en un mundo donde las personas son diferentes, hay un pleno derecho a opiniones diferentes.

Supone reconocer que hay ideas distintas, posiciones encontradas, perspectivas incluso antagónicas, y supone sobre todo, el respeto a esa realidad heterogénea y diversa que enriquece, que permite que la humanidad sea este extraordinario mosaico creativo.

El derecho a la crítica, en regímenes políticos en transición, es indispensable, porque en los procesos de transición siempre hay riesgo de posiciones regresivas y, en esas etapas, que se caracterizan por la confusión, la diatriba y en muchos casos por las acusaciones infundadas, la crítica es una práctica que oxigena y que obliga a todos a mirar con mayor objetividad y humildad, qué percepciones diversas existen.

El país tiene una gran tradición de ejercicio de la crítica política. Tradición no sólo de crítica, incluso de sátira política, donde el escalpelo fino de un caricaturista, como el caso de José Guadalupe Posada, en El Ahuizote, y de muchos grandes caricaturistas de la época prerrevolucionaria y de la época contemporánea, o la expresión libre de periodistas, editorialistas, comunicadores y políticos, reflejan cómo hay opiniones distintas, puntos de vista diversos, y eso es lo que construye la democracia.

El desarrollo democrático del país demanda convicciones democráticas, desde luego, y requiere tolerancia.

Quiero concluir señalando lo que un pensador, Voltaire, que fue destacado filósofo, perseguido y encarcelado por sus principios, expresó: “Detesto lo que escribes, pero daría mi vida para que pudieras seguir escribiéndolo”.

No solo es Carmen Aristegui. Carmen Aristegui simultáneamente se convierte en un símbolo.

En el país necesitamos que exista la crítica, la crítica objetiva, la crítica veraz, la crítica que no permita se confunda el poder en su propio espejo.

Todos los párrafos anteriores constituyen la versión estenográfica del pronunciamiento que la diputada priista y presidenta nacional de su partido, Beatriz Paredes Rangel, efectuó el pasado 8 de febrero en la tribuna del Congreso de la Unión.

Bellas, muy bellas palabras. Ojalá la clase política priista del estado de Hidalgo actuara en función de lo que le dicta su presidenta nacional. Ojalá los priistas hidalguenses que hoy ostentan el poder, se dieran cuenta de una buena vez que no es posible tener el control de todos los medios estatales, por la simple y sencilla razón de que no les sirve para nada, puesto que el público se da cuenta cuando un medio se ha vendido y deja de creerle.

Cuando los “expertos en comunicación” del gobierno estatal llaman a los dueños o directores de los medios para exigirles la cabeza de periodistas incómodos a cambio de mantener los convenios de publicidad, es el propio gobierno quien pierde. Cuando se hace circular videos misóginos y denigrantes contra reporteras que no informan a nivel nacional lo que el poder exige, la mayor pérdida la llevan las autoridades porque, como dice Beatriz Paredes, “la crítica es una práctica que oxigena y que obliga a todos a mirar con mayor objetividad y humildad”, dos valores que a nuestros altos mandos estatales les serían de mucha utilidad para conocer la realidad cotidiana de la población hidalguense.

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