por Otilia G. Sánchez Castillo / DESDE ABAJO
El Día de las Madres en México surge desde hace 89 años, cuando el periodista Rafael Alducin Bedolla, a través de la convocatoria del periódico Excelsior, con el apoyo de José Vasconcelos, primer Secretario de Educación Pública, el arzobispo primado de México, la Cruz Roja y las Cámaras de Comercio, hizo una invitación a la población en general, para que propusieran un día de festejo a las madres.
Además de la clara intención comercial de impulsar este festejo, dada la inclusión de las Cámaras de Comercio, el establecimiento del día de la Madre fue una estrategia de los grupos conservadores del país frente a la demanda feminista de las mujeres yucatecas, relacionada con la libertad de decidir de las mujeres, planteada inicialmente en enero de 1916 durante el Primer Congreso Feminista de Yucatán, en donde se discutió, entre otros temas, la maternidad y la necesidad de su libre elección.
Es en este contexto en el que surge la institucionalización del 10 de mayo como día de las madres, para alertar sobre los «peligros» que significaba la difusión de «ideas» que no se circunscribían a «nuestra moral social» y para “mantener los valores familiares y morales”, exaltando, principalmente a través de los medios de comunicación, las características que de manera tradicional se consideran indispensables en toda madre, como son: su “instinto maternal”, la madre amorosa, la única encargada de la educación y el cuidado de la familia, la abnegación (negación de sí misma), su sacrificio, su gran “aguante” y, más recientemente, gracias a su incorporación en otros ámbitos además del hogar y la crianza de sus hijas e hijos, como mujeres superpoderosas.
La investigadora feminista Lorena Saletti, de la Universidad de Granada, España, dice en su obra “Propuestas teóricas feministas en relación al concepto de maternidad” que el amor maternal surge en el siglo XVIII como un concepto para obligar a las madres a garantizar la educación de sus hijos. Explica que el instinto maternal es una construcción cultural y social que se caracteriza por el amor “espontáneo, inmutable e incondicional que surge en toda mujer hacia sus hijos, creando en las mujeres la obligación de ser ante todo madres”. Así, mientras la capacidad de parir es algo biológico, la necesidad de convertir la maternidad en un papel primordial para las mujeres es resultado del mandato social, refiere el análisis. La construcción cultural de la maternidad crea “un nuevo tipo de vínculo y un nuevo mito: la creencia de que toda mujer no sólo es madre en potencia, sino que es madre en deseo y necesidad. No existe el instinto maternal, la maternidad es una función que pueden o no desarrollar las mujeres”.
De acuerdo con datos del Consejo Nacional de Población, la tasa global de fecundidad pasó de 6.7 a 2.2 hijos por mujer entre 1970 y 2010, y de acuerdo con la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID, 2009) en el número ideal de hijas e hijos que declararon las mujeres de 15 a 49 años se advierte un descenso, ya que de 1997 a 2006 se mantuvo en 2.9, y para 2009 se ubica en 2.7 hijos. Este número se incrementa conforme la edad de las mujeres es mayor. La cercanía de este indicador con el número promedio de hijos sobrevivientes apunta a que existe un sesgo importante hacia declarar como ideal el número de hijos tenidos al momento de la entrevista y no reflejar fehacientemente la expectativa. Una de las explicaciones tendría que ver con la carga social del deber ser, y el estigma que conlleva no ser “buena madre”.
Las feministas y el movimiento amplio de mujeres hemos venido reivindicando como un derecho el que las mujeres tengan acceso a una maternidad libre y voluntaria, y a una maternidad sin riesgos, de conformidad con lo establecido en el artículo 4º constitucional. De esta forma las mujeres de manera libre, responsable e informada que decidan ser madres, tengan acceso a los servicios de salud de calidad que les permita cursar el embarazo, parto y el puerperio en las mejores condiciones de salud para ella y para el producto de su gestación, disminuyendo el riesgo reproductivo y el de mortalidad materna.
Para finalizar presento algunos datos sobre la mortalidad materna en Hidalgo: razón de mortalidad materna 67.3
mujeres fallecidas por cada 100 mil nacidos vivos; 20{9e1ff1bee482479b0e6a5b7d2dbfa2de64375fcf440968ef30dd3faadb220ffd} era menor de 19 años; 93.3{9e1ff1bee482479b0e6a5b7d2dbfa2de64375fcf440968ef30dd3faadb220ffd} vivía en unión libre o era casada; 86.7{9e1ff1bee482479b0e6a5b7d2dbfa2de64375fcf440968ef30dd3faadb220ffd} se dedicaba al hogar; 3.3{9e1ff1bee482479b0e6a5b7d2dbfa2de64375fcf440968ef30dd3faadb220ffd} no tenía escolaridad y 50{9e1ff1bee482479b0e6a5b7d2dbfa2de64375fcf440968ef30dd3faadb220ffd} contaba con primaria incompleta o completa; 13.3{9e1ff1bee482479b0e6a5b7d2dbfa2de64375fcf440968ef30dd3faadb220ffd} no tenía seguridad social y 60{9e1ff1bee482479b0e6a5b7d2dbfa2de64375fcf440968ef30dd3faadb220ffd} contaba con Seguro Popular; 3.3{9e1ff1bee482479b0e6a5b7d2dbfa2de64375fcf440968ef30dd3faadb220ffd} murió en su casa; 100{9e1ff1bee482479b0e6a5b7d2dbfa2de64375fcf440968ef30dd3faadb220ffd} contó con asistencia médica y el certificado lo otorgó un médico; 26.7{9e1ff1bee482479b0e6a5b7d2dbfa2de64375fcf440968ef30dd3faadb220ffd} murió por enfermedades hipertensivas del embarazo y 33.3{9e1ff1bee482479b0e6a5b7d2dbfa2de64375fcf440968ef30dd3faadb220ffd} por causas obstétricas indirectas.