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domingo, octubre 6, 2024

Villas de Salvárcar: herida que no cierra

Las mujeres mantienen viva la lucha en Ciudad Juárez, aún con el miedo que les provocó el homicidio de las activistas Marisela Escobedo y Susana Chávez. Ellas no paran y eso lo saben las familias de los 14 estudiantes acribillados en la calle Villa del Portal, pero no todos están seguros de aguantar la misma batalla. Un reportaje especial para CIMAC de la periodista Anayeli García Martínez.

Por Anayeli García Martínez, enviada

México, DF (CIMAC).- El epicentro de la realidad lacerante está aquí, en Ciudad Juárez, donde cada día crece el número de mujeres indignadas, dolidas y hartas de las autoridades de esta urbe maquiladora, la más importante del país.

La noche del sábado 30 de enero de 2010, fueron asesinados 14 jóvenes que celebraban el cumpleaños de uno de sus amigos en la colonia Villas de Salvárcar en Ciudad Juárez.

A año y medio de distancia de la tragedia, madres y padres de estos jóvenes no han encontrado el consuelo y mucho menos la justicia.

La Caravana del Consuelo dejó ver que ante un Estado omiso, las muertes deben ser investigadas por las familias. Como ejemplo está Luz María Dávila –madre de Marcos y José Luis, dos jóvenes asesinados en Villas de Salvárcar–. Ella es una mujer que al igual que el poeta Javier Sicilia no ha vivido su duelo.

Ellos no tienen tiempo de asimilar sus pérdidas porque antes de ello deben buscar la verdad. La razón es simple. “Parece que aquí no hay gobierno”, afirma Luz María y con timidez continúa: “Estoy esperando. Estamos esperando que todo mejore”. Mientras eso pasa mantienen la esperanza.

En Villas de Salvárcar se construyó un parque deportivo y en la casa donde ocurrió la masacre ahora se dan clases de catecismo. En tanto, la vida continúa en las pequeñas casas de los fraccionamientos ubicados en medio del mar de arena donde se erige Ciudad Juárez.

Las madres caminan lento y con mirada esquiva afirman que están mutiladas. Les falta un hijo y aunque pasen años siempre recordarán esa tragedia.

LAS VÍCTIMAS

Entre las víctimas no se cuentan a los familiares pero son ellos quienes piden apoyo y se enfrentan a las fallas del sistema de justicia. “No es como la autoridad dice. Dicen que es la guerra del narcotráfico y nosotros no sentimos que sea así”, observa Luis Eduardo Rodríguez, padre de Brisa, una joven de 15 años que resultó con tres heridas de bala.

Él vive a unas cuantas casas de donde ocurrieron los hechos. Ese día su hija fue a la fiesta. Luis Eduardo se quedó en casa. En la noche escuchó los disparos, se asustó y se cubrió. Después se acordó de su hija y corrió a buscarla. Ella estaba herida, tenía tres balazos.

“Ahora, con la llegada del Ejército y de los federales… la cosa sigue igual si no es que va en aumento”, lamenta el padre de Brisa. Desde que se implementó el Operativo Conjunto Chihuahua en 2008 es común el miedo hacia los soldados y los policías federales, afirma.

Las familias de Villas de Salvárcar no lo sabían pero desde hace años ya era común acudir al MP para preguntar “cómo va mi investigación” y no encontrar nada. Las madres de las desaparecidas y de las víctimas de feminicidio lo saben muy bien. Ellas lo recordaron a cada momento durante los actos de la Caravana del Consuelo.

Las mujeres mantienen viva la lucha en Ciudad Juárez, aún con el miedo que les provocó el homicidio de las activistas Marisela Escobedo y Susana Chávez. Ellas no paran y eso lo saben las familias de los 14 estudiantes acribillados en la calle Villa del Portal, pero no todos están seguros de aguantar la misma batalla.

Por las tardes, después del trabajo y de las actividades del hogar, las mujeres se reúnen a la sombra de un árbol. Lo hacen como todos los sábados cuando sus hijos salían a jugar.

Hoy continúan las reuniones para no sentirse solas, para preguntarse “¿por qué fueron acribillados si eran estudiantes y no pandilleros?”, como lo afirmó Felipe Calderón en su momento.

Muchas de ellas hablan de no hacer movilizaciones sin sentido, otras quieren organizarse e impulsar acciones a favor de la juventud. La mayoría tiene miedo.

Reyna Alicia Hernández, madre de Alán, un joven asesinado, es de la idea de que las investigaciones no tendrán resultados y que las movilizaciones masivas tienen una buena intención pero no cambiarán nada.

“Yo ya los perdoné”, afirma al recalcar que organizarse es la forma menos segura de exigir justicia. “A lo mejor si no me hubieran quedado más hijos estuviera ahí al 100, pero aún me quedan dos hijos. De hecho no nos van a regresar a los muchachos”. Al final, lamenta, “nosotros no podemos contra el gobierno”.

SIN RESPONSABLES

Reyna Alicia prefiere mantenerse al margen y cuenta con el apoyo de Maricruz Camargo, madre de José Luis Aguilar y tía de Horacio Alberto Soto, ambos ultimados durante la fatídica fiesta.

Con fortaleza, recuerda cómo llevó herido a su hijo a un hospital que está a cinco minutos de su casa. “Nos tocó la mala suerte de que era sábado y sólo había un médico”, relata.

Las madres coinciden en que el caso está rodeado de impunidad. Al otro día de los hechos se detuvieron a unas personas y se supieron nombres de presuntos implicados. No saben cómo, pero las autoridades encuentran a nueve personas, de las cuales sólo cinco siguen siendo investigadas.

Uno de ellos, Israel Arzate Meléndez, no tiene nada que ver, aclara Guadalupe Meléndez Villegas, su madre, quien exige que se aclare el caso. Ella afirma que su hijo es inocente y que fue torturado por soldados para inculparse.

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