El fracasado intento de golpe de Estado en Venezuela, ocurrido entre la madrugada y la mañana del martes treinta de marzo, confirma mi sospecha sobre de la capacidad real de la oposición venezolana y el poder (mermado ya) de convocatoria del diputado Juan Guaidó. Los pequeños grupos de soldados que acompañaron la aventura del autoproclamado “presidente interino” fueron disminuidos sólo con gases lacrimógenos y ninguna figura anti-chavista asomó la cabeza durante esas horas.
¡Caracoles! ¿Y ahora qué hacemos, Juan Guaido?, reclamarán sus seguidores.
No obstante el golpe desinflado, debe recordarse que esta es una continuada travesía por parte de Estados Unidos y sus aliados en Colombia, Brasil, Perú, Ecuador y Chile para intentar derrocar al gobierno de Nicolás Maduro. La experiencia nos dicta que el fracaso de la llamada “Operación Libertad” no será más que otro capítulo en la empecinada campaña golpista y pronto tendremos más noticias de acciones beligerantes.
A la sazón: Yacen en Venezuela bandas paramilitares entrenadas en Colombia y otros grupos criminales que participan en las movilizaciones convocadas por la oposición para generar inestabilidad en el país. Su ilusión final es tomar el palacio presidencial de Miraflores y, ¿por qué no?, intentar asesinar al presidente Nicolás Maduro.
Principalmente la agrupación paramilitar denominada “Comités de Ayuda y Libertad” continuará con los intentos de tomar la sede del gobierno venezolano. Se trata de la agrupación juramentada por el diputado Juan Guaidó, encargada de la “Operacion Libertad”; es decir, de la ejecutora del intento de Golpe. Se proponen concentrar mucho más gente de la que podría convocar el chavismo, para tomar Miraflores por la fuerza.
En tanto, desde Colombia han sido infiltradas en Venezuela varias organizaciones violentas integradas por paramilitares colombianos, narcotraficantes, ex militares venezolanos, pandillas centroamericanas y organizaciones delincuenciales locales, agrupándose en comandos de fuerzas especiales conjuntas con el objetivo de continuar el Golpe de Estado.
Se pretende replicar el escenario de las llamadas “Guarimbas” del año 2017 –escenarios de guerra civil alentadas por la oposición que dejaron al menos ochenta muertos y más de mil quinientos heridos, la mayoría partidarios chavistas–. La escalada de violencia pretenderá justificar una intervención militar de Estados Unidos sobre Venezuela.
No es casualidad entonces la presencia en sudamérica del jefe del Comando Sur de los Estados Unidos, Craig Faller, quien entre el veintidós y el veinticuatro de abril se reunió en Bogotá con los altos jefes militares de Perú, Ecuador, Colombia y Brasil en la llamada Conferencia Multilateral Fronteras 2019.
La gira de Faller coincide con la instigación paramilitar alentada por Colombia hacia el gobierno de Venezuela y con las declaraciones de Elliot Abrams, el halcón encargado por Trump para la crisis venezolana, sobre un posible derrocamiento violento del presidente Maduro.
Pero fracasado el intento de Golpe de Guaidó –cuyo saldo se reduce a la huída de su co-golpista Leopoldo López hacia la Embajada de Chile, primero, y a la España, después; así como la de los soldados desertores venezolanos hacia la representación de Brasil (por cierto, ¿hacia dónde huyó Guaidó?)–, ¿qué queda en la estrategia de la disminuida “Operación Libertad”?
Un escenario similar al de Siria se vislumbra en el horizonte, donde las bandas paramilitares se atrincheren en algún Estado de la frontera colombo-venezolana como Zulia o Táchira, donde tienen lugar los más fuertes estragos del cerco económico de la oposición hacia el gobierno de Maduro y el descontento persiste. Entonces, agrupar energía hasta crear un bastión independiente como lo fue Alepo y, desde ahí, lanzar una ofensiva armada contra Miraflores.
Claro que en Siria este plan resulto por un tiempo, gracias al apoyo táctico y financiero de Estados Unidos. Tiempo después del cual, el terrorismo fue derrotado estrepitósamente. ¿Quién podría apostar que en Venezuela no pasará lo mismo?