La pandemia de la Covid-19, y su larga estela de daños, deviene hoy una seria amenaza para la lucha en pos de la igualdad de género y sitúa a las mujeres en un nivel de indefensión sin par.
Si bien hace algunos meses un estudio del Foro Económico Mundial estimó que cerrar la brecha económica entre hombres y mujeres podría tomar 100 años, lo cierto es que la epidemia, con sus devastadores perjuicios en el ámbito social, pareciera sumar otras décadas a esa pretensión.
De acuerdo con una investigación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ellas resultan afectadas de manera desproporcionada, y se corre el riesgo de que algunos de los modestos progresos en materia de igualdad de género alcanzados en las últimas décadas se pierdan y que las inequidades relacionadas con el trabajo se agudicen.
El grave impacto en relación con las mujeres está relacionado con su sobre-representación en algunos de los sectores económicos más afectados por la crisis, tales como la hostelería, la restauración, el comercio y la industria manufacturera, estimó el organismo.
A nivel mundial, abundó, casi 510 millones (40 por ciento) de todas las mujeres empleadas trabajan en los cuatro sectores más afectados, frente al 36,6 por ciento de hombres.
Igualmente, añadió, ellas son mayoría en los sectores del trabajo doméstico, la asistencia sanitaria y los servicios sociales, donde corren mayores riesgos de perder su ingreso, de infección y de transmisión ante la enfermedad, y es menos probable que tengan protección social.
Por otra parte, determinó la OIT, la distribución desigual del trabajo del cuidado no remunerado de niños antes de la pandemia también empeoró en esta coyuntura, exacerbada por el cierre de los colegios y de los servicios de atención.
Que las mujeres resultarán seriamente golpeadas por esta epidemia sin precedentes es un criterio prácticamente unánime a la hora de determinar el rostro de los más vulnerables.
Por ejemplo, el sector del turismo, sobre el que recaen algunos de los daños más significativos debido a la expansión y duración de la enfermedad, proporciona un volumen nada desdeñable de puestos de trabajo a las mujeres.
La Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (Unctad), advirtió por su parte, que en este ámbito los efectos podrían ser muy negativos pues se espera que ellas se vean desproporcionadamente afectadas por los despidos.
Según la entidad, las mujeres son más propensas que los hombres a ser empresarios en la llamada industria sin humo, y representan alrededor del 54 por ciento de los trabajadores en los sectores de alojamiento y servicios de alimentos.
Y, debido a que muchas de ellas laboran informalmente en trabajos poco calificados, es menos probable que tengan beneficios de desempleo u otras redes de seguridad.
La afectación que la supresión de puestos de trabajo entraña para las mujeres migrantes, por ejemplo, repercute de manera directamente proporcional en los países en vías de desarrollo para los que las remesas es un ingreso relevante.
A juzgar por un estudio de la OIT, el 75 por ciento de los trabajadores y trabajadoras domésticos del mundo, más de 55 millones de personas, corren el riesgo de perder sus ingresos en medio de este contexto.
Debido al confinamiento que busca hacer frente a la expansión de la Covid-19, y a la falta de cobertura efectiva de seguridad social, este sector es especialmente vulnerable a la pérdida de sus puestos laborales, alegó el informe.
Asimismo, destacó, peligran los puestos de trabajo de 37 millones de mujeres.
En algunas regiones, agregó la OIT, las trabajadoras domésticas son predominantemente inmigrantes que cuentan con su paga para mantener a la familia en el país de origen, por lo que tanto el impago de los salarios como el cierre de los servicios del envío de remesas ponen en situación de riesgo de hambre a sus parientes.
Además, remarcó el análisis, muchas de estas personas perciben una paga de no más del 25 por ciento del salario medio, por lo que carecen de ahorros con los que afrontar una emergencia financiera.
El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, lo expresó claramente cuando dijo que las mujeres resultan especialmente afectadas.
«Ellas laboran en muchos de los sectores más gravemente golpeados por la pandemia, y también llevan la mayor carga de aumentar los niveles de trabajo no remunerado de atención», sentenció.
Para Latinoamérica, la situación de las mujeres parece especialmente preocupante.
Acorde con la Comisión para América Latina y el Caribe (Cepal), si los efectos de la Covid-19 llevan a la pérdida de ingresos del cinco por ciento de la población económicamente activa, con lo que la pobreza aumentaría 3,5 puntos porcentuales, significaría que 107 millones de mujeres de la zona enfrentarían condiciones paupérrimas.
También, refirió la entidad, las medidas de contención de la pandemia podrían tener efectos sobre el trabajo formal en este grupo poblacional, producto de su concentración en los sectores más afectados como servicios sociales, comercio al por mayor y al por menor, servicios empresariales y transporte, almacenamiento y comunicaciones.
Estos cuatro sectores, aclaró la Cepal, concentran el 78 por ciento de las mujeres ocupadas en la región.
A su vez, apuntó, las medidas de cuarentena profundizan la crisis de los cuidados en la región si se toma en cuenta que el 72,8 por ciento del total de personas ocupadas en el sector salud son del sexo femenino mientras que el trabajo doméstico remunerado representa el 11,4 por ciento de las mujeres empleadas.
Pese a que la Covid-19 no ocasionó las grandes desigualdades que aun en el siglo 21 subsisten entre hombres y mujeres en materia salarial y laboral, sí impone retos adicionales a un sector que, espoleado por patrones patriarcales, lleva sobre sí las mayores obligaciones en relación a la atención a la familia.
No solo se enfrentan hoy las mujeres a una mayor amenaza de perder su sustento, sino que pueden verse multiplicadas sus horas de trabajo doméstico y peligran sus oportunidades de acceder a algún tipo de seguridad social si se ceba con su nación una crisis financiera de gran envergadura, como la que con la Covid-19 se augura. (Ivette Fernández / Prensa Latina)