Algunos políticos creen que durante las campañas se puede prometer cualquier cosa. Incluso aquellas ilusiones que, bien saben, no podrán cumplir. Si les favorece el voto, una vez en el poder, dirán que sacaron de contexto sus declaraciones, que deben «actuar con responsabilidad», que una cosa es la campaña y otra el Gobierno. Porque cuando piden el voto no les importa la gente, sino ellos mismos. Mienten, posan, se convierten en quienes no son, lobos con piel de oveja. Apuestan a la desmemoria del pueblo y, debe reconocerse, a veces les sale. Pero las y los habitantes de Pachuca han forjado una buena memoria a costa de años y años de promesas falsas por parte de esos quienes hoy prometen cuando saben que no cumplirán, y de quienes, como ellos, les antecedieron diciendo lo mismo y gobernado con mentiras, a espaldas de la población. Decir la verdad puede tener un alto costo durante una elección. Los hay quienes creen que a la gente se le debe decir aquello que quiere oir, aunque sea irreal. Esos se equivocan y mucho. Primero, por despreciar la inteligencia de la ciudadanía y, segundo, porque la factura por decir mentiras se cobra muy caro en política.