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domingo, diciembre 22, 2024

Perdón por no ser una BARBIE

Antes de saber que leerán las siguientes líneas ya escucho algunos comentarios: “ahí viene de nuevo la exagerada”, “pero bien que tuvo su Barbie”, “ahora hasta eso le molesta” y etcéteras.

Sí, tuve Barbies, por supuesto que sí. En la década de 1990 era un pecado no querer jugar con una, pero vamos, estamos en 2023 y la euforia por la película me cachetea una y otra vez; el color rosa por todas partes me lastima las pupilas porque me recuerda la indiscutible norma: las niñas, rosa; los niños, azul.

“Pero es sólo una película”, me van a decir algunas personas. Ya lo sé, pero necesitaba expresarlo, lo lamento, o tal vez no.

Aquello me dio pauta para un recorrido por mi cuerpo y su memoria.

Siempre pido disculpas a las personas por ofenderlas, por lastimarlas, por ser imprudente, por sus silencios y por la ausencia de los míos, por ser directa para decir las cosas, por incomodar, por mi sarcasmo, por lo que hago y por lo que hacen. Disculpa por interrumpir, disculpa por molestar, disculpa por decirte esto; disculpen por escribir, ad infinitum…

Una vez me cuestioné: ¿y yo? ¿Cuándo me voy a pedir disculpas por autodestruirme física, mental y espiritualmente? Soy mi jueza más despiadada, me convierto en cómplice de la parte oscura de mi mente que anhela someterme.

Mucho escucho, leo, veo sobre el amor propio y estos discursos románticos sobre la aceptación, aunque mi realidad es otra. Amarse es uno de los sentimientos/decisiones más complicadas porque requieren de la admisión de mis defectos y virtudes. La mayoría de nosotras logramos responder con facilidad cuando nos preguntan sobre los primeros y vagamos por minutos cuando debemos responder a lo segundo.

Soy tonta, me digo. No voy a logarlo, pienso. Estoy fea, no tengo el suficiente dinero, mi forma de vestir no figura entre las mejores, bla, bla, bla. Cuánto odio me tengo y hoy me pido disculpas por ello. No fui una Barbie.

Una disculpa a mi mente, a mi cuerpo y mi espíritu por destruirlos. Perdón a mis piernas por odiarlas durante tantos años porque pensaba que eran demasiado toscas, consecuencia de jugar demasiado futbol en la infancia y la adolescencia, machorra que me decían.

Perdón a mis pies por avergonzarme de ellos porque una uña está morada eternamente desde que mi primo dejó caer una piedra cuando estábamos en preescolar (saludos Arturo).

Perdón a mi brazo derecho por ocultarlo durante años por la repulsión que me causaba mi cicatriz con once puntadas, porque me lo rompí luego de caer de unas gradas. Me sucedió a los 9 años; en la secundaria hacía todo el calor del mundo y yo con suéter por miedo a las burlas y al rechazo.

Perdón por odiar mi estatura desde que, también en la secundaria (que etapa tan difícil), el chico que me gustaba me dijo que no porque era yo un poste parado. Ja, ja, ja, me causa mucha risa, pero en el pasado fue el detonante para que durante años me rehusara a usar tacones, como las Barbies.

Me disculpo con mi abdomen, por no presumirlo jamás en la playa o en el balneario porque todos descubrirían la ausencia de ejercicio en mi exceso de grasa. Y no, eso no podía ser porque siempre viví de las opiniones de las personas. Qué infierno.

Mi rostro, cuanto he peleado con él. Por mis mejillas demasiado redondas (cachetona pues), por mis 25 lunares de lado derecho y los 15 del izquierdo. Mis ojos que tienen un leve tono amarillo. Mi nariz demasiado ancha. Mis labios diminutos. Mi sonrisa que parece forzada. Mis dientes desgastados.

Por los siglos de los siglos nos han enseñado a odiarnos por ser lo que somos: cuerpos diversos.

Me pido perdón por odiar mi cuerpo y más todavía por intentar agradar a otros, por creer en sus críticas y desaprobación. Aquí estamos para abrazarnos unas a otras y reiterarnos que están bien nuestros cuerpos, como sean, porque aceptarse físicamente hoy es un acto de valentía. ¿No me creen? Ya sé que tan sólo es una película, pero a través de la historia representa el culto a los estereotipos y ahí viene de nuevo: Barbie. La Vie en Rose.

Lorena Piedad
Lorena Piedad
Pachuca, 1990. Locutora y redactora. Participante de la Feria Nacional de Escritoras Mexicanas (FENALEM), edición 2022. Algunos de sus textos fueron publicados en la Antología Poéticas de los Sures Femeninos Despatriarcalizando la Poesía (Colombia, 2020) y en Voces Indómitas Primera Antología de Narrativa Breve Escrita por Mujeres (México, 2021).

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