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viernes, julio 26, 2024

CRÓNICA: TLAXIACA y sus cruces, la DEVOCIÓN de un pueblo

Para muchas personas, agosto es un mes en el que la mayoría de los estudiantes regresan a las escuelas y comienza una especie de recta final del año; pero, para quienes habitan en el municipio de San Agustín Tlaxiaca, Hidalgo, el octavo mes del año es de fiesta, porque en el día 28 celebran a su santo patrono.

Pero la tradición del pueblo tlaxiaquense va más allá de conmemorar a San Agustín de Hipona; también celebran a la Santa Cruz. Así, cada uno de los barrios que componen a la cabecera municipal, tiene una cruz de madera, la cual veneran desde antes del 28 de agosto, en una tradición centenaria en la que vecinos de cada barrio se unen.

La cruz del Huizache esperando a ser levantada. FOTO: Sandra Franco / DESDE ABAJO MX

Es la noche del sábado 12 de agosto. El Cerro de Las Cruces recibe a los habitantes del municipio; desde lejos, las luces de las antorchas trazan un camino de color incandescente, rojo y naranja, que iluminan la punta del cerro. El pueblo pasará la noche ahí pues al día siguiente es la tradicional “bajada de las cruces”.

Llega la mañana del domingo 13. Más habitantes suben al cerro para ayudar a bajar las cinco cruces que se encuentran amarradas en el techo de una capilla donde reposa un cristo crucificado como de unos dos metros de largo, que también bajan hasta la iglesia del pueblo.

Acompañada por toda la comunidad. FOTO: Sandra Franco / DESDE ABAJO MX

Desde temprano se escuchan los cohetes. En la punta del cerro, hombres suben al techo de la capilla para liberar de sus ataduras a las cruces y bajarlas a los brazos de más hombres que ya están esperando para cargarlas. Las bandas tocan, mientras los primeros rayos del sol se posan sobre la punta de cada cruz.

Con café y tamales, la gente espera para acompañar a cada una de las cruces en el descenso, hasta llegar a la nueva iglesia de Tlaxiaca. Deben estar antes de las 11 de la mañana, que es cuando se celebra la misa en su honor. En toda la comunidad, los cohetes indican en qué parada van los contingentes.

La cruz, primero es levantada por los hombres. FOTO: Sandra Franco / DESDE ABAJO MX

Terminada la misa, cada una de las cruces sale con su respectivo contingente. Al último sale la del barrio de El Huizache, la más grande de todas las cruces, con una longitud que rebasa los cuatro metros; a esa es a la que seguiremos, pues en su peregrinar para llegar a la capilla que la resguardará hasta el día 28, recorrerá gran parte del barrio.

A pocos metros de la iglesia, frente a las instalaciones del DIF municipal y la guardería del Centro de Atención Infantil Comunitario (CAIC), una familia pone unas mesas con comida y bebida. La cruz del Huizache llega cargada por unos quince hombres; las flores y la tela con tenangos bordados que fungen como adorno prevalecen empolvados y descoloridos por la inclemencia del tiempo de todo un año.

Luego, es turno de las mujeres. FOTO: Sandra Franco / DESDE ABAJO MX

Colocada en unos bancos de fierro, descansa la cruz del Huizache. Así lo hacen también los hombres que la han cargado desde el cerro. La familia ofrece platos desechables llenos con carnitas de puerco, tortillas calientes y arroz. Hombres aparecen con cajas de botellas de agua que obsequian a las personas.

Empieza también el despliegue de bebidas como cerveza, tequila, whisky y pulque. Las bandas que acompañan a las cruces amenizan el descanso y media hora después es momento de iniciar con el recorrido. La cruz del Huizache se detiene en una casa más adelante; cuesta trabajo que entre por la pequeña puerta, pero lo consiguen. En cada parada, las familias ponen un pequeño altar para que la cruz descanse frente a éste.

La procesión recorriendo el barrio. FOTO: Sandra Franco / DESDE ABAJO MX

Unas paletas heladas después, la cruz sale, se encamina a otras casas en donde se repite la dinámica. Ahí, descansa la cruz y sus cargadores. Comen algo que ofrece la familia; quienes acompañan también comen. Es tanta la comida que reparten que se ven a personas llevar viandas en bolsas de plástico o de supermercado.

A las 4 de la tarde, la cruz no va ni a la mitad del camino, pero ya ha recorrido varias casas. La banda no da tregua. Los cohetes son una especie de aviso de dónde va y, en las casas, los platos de carnitas, mole verde y arroz, las bolsas de frituras y palomitas de maíz, los vasitos con fruta o esquites, así como los vasos de agua fresca, tequila, whisky y cerveza, no han parado de ir de mano en mano.

Ahí se miran las cruces amarradas. FOTO: Sandra Franco / DESDE ABAJO MX

Llega el momento en que la cruz sea cargada por mujeres. Ocupan el doble número de hombres, pero todas van con fe, ayudadas por ellos que no las dejan solas. Llegan a la siguiente parada y todavía falta una buena parte del barrio. A las 6 de la tarde, la cruz llega a la capilla, pero sólo es una parada pues aún tienen que ir a más casas.

La luz del día se acaba, pero no la gente que va detrás de la cruz intentando agarrar el ritmo de sus cargadores que casi corren. Pasadas las 10 de la noche, la cruz ha llegado a su destino. Se escuchan los cohetes que lo confirman. A partir de este momento, empiezan las novenas. La cruz recorrerá de nuevo el barrio, hasta el 27 de agosto cuando la vistan para ser llevada a la iglesia en las primeras horas del 28 y luego el 29 para devolverla al cerro donde descansará hasta el otro año.

Sandra Franco
Sandra Francohttp://www.desdeabajo.mx
Periodista, escritora y bloguera hidalguense. Por más de ocho años dedicada a difundir y escrudiñar el quehacer cultural y cinematográfico. Finalista del Salón de la Crítica en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF) en el 2022.

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