Morena ha entrado en una fase definiciones de cara a las elecciones, las grandes elecciones, de este 2024. En todo el país está decidiendo candidaturas locales y federales. Para ello, necesita buenas dotes de perspicacia para distinguir entre quienes sí representan su proyecto político (aunque no militen en Morena) y quienes sólo buscan subirse al barco de la 4T con tal de vivir otro sexenio del presupuesto.
Es una tarea difícil, es cierto. Se ponen en juego los mentados «equilibrios» o equilibrios de poder, un concepto de la politología, más concretamente de las relaciones internacionales, donde se pretenden nivelar intereses, tanto para mantener el monopolio de una hegemonía, como para evitarla.
Bajado a los niveles locales, tal equilibrio supone dar a cada grupo o poder un espacio dentro de la toma de decisiones para balancear el poder mismo. Esto tiene como propósito alargar la gobernabilidad, o bien, el ejercicio del gobierno sin riesgos que supongan su fracaso.
Como partido en el gobierno, Morena recurre a estos «equilibrios». Se autoadscribe como un partido-movimiento plural; de manera que no existe un pensamiento único entre sus filas, justifican. Luego entonces, ha de brindar cabida en sus espacios a todas las corrientes de pensamiento. O como el propio Andrés Manuel López Obrador explicó: «todas las alianzas son buenas», al mencionar la adhesión de expriístas como Eruviel Ávila, Alejandro Murat o Jorge Carlos Ramírez Marín a la campaña de la aspirante presidencial morenista, Claudia Sheinbaum Pardo.
Claro que esta no es una experiencia nueva. El propio Andrés Manuel López Obrador hizo caso de los «equilibrios» para su campañas presidenciales, cosechando con esto frutos dulces y otros más, realmente amargos. Desde la campaña del 2006, AMLO nombró a un enemigo interno, Jesús Ortega, líder de Los Chuchos del PRD, como su coordinador de campaña. Su objetivo fue agrupar a todas las corrientes perredistas a su aventura presidencial. Tras el mega fraude electoral de ese año, Ortega y su grupo desconocieron el robo, atacaron a López Obrador y finalmente, con la ayuda de la presidencia espuria de Felipe Calderón, se apropiaron de ese partido, liquidándolo en todo sentido.
Y para no ahondar en los muchos, muchísimos ejemplos similares que hay, señalaré una vez mas el craso error que fue la incorporación de personajes como Lily Téllez o Germán Martínez a su campaña del 2018. Decir que resultaron traidores es poco. Estos dos expanistas, y panistas de nuevo, son verdaderos torpederos contra la 4T.
Y en este 2024 los riesgos son los mismos para Sheinbaum Pardo. Sí, necesita ganar el Congreso y luchar por la mayoría calificada para conseguir el Plan C, objetivo central de su campaña. Y para hacerlo, deberá usar los «equilibrios» con tal de sumar y no restar a su proyecto. Pero tal concepto no debe ser, de ninguna manera, un cheque en blanco o una carta de absolución. Morena es un partido político, no la iglesia romana.
Como señalé al principio, los «equilibrios» son una herramienta para balancear el poder. Requieren perspicacia; esto es, la delicada habilidad de atender detalles de riesgo político; o lo que es igual: ¿pragmatismo? sí, pero de ninguna manera obviar las biografías de impresentables por miedo a perder una elección.