Tengo miedo de envejecer
Tengo miedo de casarme
Líbrame de cocinar tres comidas al día, líbrame de la jaula implacable de la rutina
Quiero ser libre. —Sylvia Plath
Observa a tu alrededor y pregunta a alguien ¿a qué tiene miedo? La mayoría tratará de verse fuerte y responderá “a nada”.
El miedo nos ha deshumanizado.
Cuanto escozor nos produce charlar sobre nuestros miedos porque pensamos que es muestra de debilidad y no existe tiempo para ello. Aquel dicho popular: “lo que no te mata te hace más fuerte”, nos incita a la valentía; pero ¿por qué tenemos que ser fuertes? Por miedo.
Y sí, existe el miedo bueno, aquel que te impide cometer actos de mal juicio. ¿Quién sería el juez? De cualquier forma, sería miedo y nos consumiría porque nos reprime.
¿A qué tenemos miedo?
Existen quienes afirman que las religiones utilizan el miedo para someternos bajo sus preceptos de moralidad, salvación y entrada al paraíso, a la felicidad eterna; por otro lado, aseguran que la política hace uso de él para reprimirnos bajo la ignorancia.
Nuestro primer núcleo social, es decir, la familia, se beneficia de él para reprendernos e infiltrar en nuestras mentes infinidad de miedos: “no mientas porque diosito te va a castigar», «no llores porque te va a llevar aquel señor. ¿Verdad, señor que si sigue llorando se la va llevar?”, y el señor elegido decía que sí con la cabeza. “Duérmete temprano porque si no el fantasma (con elección personal de cada padre o madre) te va a salir», «no digas eso porque te van a rechazar en la escuela, las amistades, los niños”.
Dicen que cuando morimos vemos una luz al final del túnel y que, al seguirla, resulta ser nuestro nacimiento. De ahí la belleza de la reencarnación que supondría que la vida es un ciclo vicioso del que jamás vamos a escapar, lo cual justificaría el miedo a vivir. Pero ¿qué es el miedo?
Miedo a morir, miedo a no ser feliz, miedo al fracaso, miedo a lo desconocido, miedo a lo sobrenatural, miedo a enfermar, miedo al amor, miedo a la soledad, miedo al rechazo, miedo a Dios, miedo al diablo, miedo al miedo.
¿A qué tenemos miedo?
En el transcurso de nuestras vidas nos enseñan que es un sentimiento que nos acompañará hasta el fin de nuestros días. La primera vez que tuve miedo posiblemente fue el día que nací entre las convulsiones de mi madre y el esfuerzo de los médicos por sacarme con vida de su vientre.
Cuando era niña el miedo me cobijaba cada noche con una pesadilla recurrente: todo lo veía gigante; los muebles, a las personas, el entorno me aplastaba si tan sólo me atrevía a respirar, tal cual hoy me aplasta la presión social y familiar. Pero en aquellos ayeres dormir significaba angustia para mí.
En la adolescencia el miedo aparecía en cada película de terror, imaginar un mundo sobrenatural, presencias de otra dimensión cerca de nosotros, seres del infierno que podrían robarnos el alma. ¿No es acaso eso el mundo real?
En México, el miedo no es una ficción sino la vida cotidiana. Entre una víctima y un victimario, ¿no es el miedo la mejor carta? ¿Quién en el transcurso de su vida no se ha sentido alguna vez poseída y despojada de sus facultades mentales y de toda voluntad por un ser humano que dice o decimos amar? ¿No son los feminicidios un infierno en el que despertamos una y otra vez? ¿No son la violencia, la indiferencia y la injusticia escenas impactantes que nos ocasionan taquicardia cual película de terror?
Como mujer, el miedo ha significado una compañía en el transcurso de mi vida, me ha paralizado y en algún momento me sumergió en la desesperación, en la angustia, en la frustración para finalmente entender que me consumió y reprimió para después aventarme hacia la superficie.
El miedo es la hebra corrosiva del alma, me dijeron los anónimos. No el resentimiento; el miedo.
¿Cuántas veces hemos aceptado ser la marioneta de un círculo social, familiar o sentimental por miedo al rechazo? ¿Cuántas veces hemos negado nuestros deseos, anhelos por miedo a enfrentarnos al cambio? ¿Cuántas veces hemos reprimido nuestros pensamientos porque tenemos miedo de nosotras mismas?
¿A qué hemos renunciado por miedo?
¿El miedo es aliado o enemigo? ¿Somos valientes o cobardes al expresar nuestros miedos?
Responda con sinceridad.