Un día antes de mi cumpleaños, me sugiere la tanatóloga buscar el significado de cumplir 33 años. “No es un número cualquiera”, me asegura. Charlamos en su consultorio de colores neutros; me explica la importancia de vivir en gratitud; le cuento sobre mi abuelo y lloro. “Las personas que mueren nunca nos abandonan, se convierten en energía, pero siempre nos acompañan”, me consuela, me abraza, me felicita y me voy de ese lugar.
El significado de cumplir 33; 3… 3… tecleo en la computadora: “En la biología, el número 3 se relaciona con la estructura básica de la vida, el ADN se compone de tres cadenas de nucleótidos, el cuerpo humano tiene tres sistemas principales (nervioso, circulatorio y respiratorio), y muchos procesos biológicos ocurren en ciclos de tres fases”. Es una buena respuesta.
“El significado del número tres se compagina conlas energías de optimismo y alegría, inspiración y creatividad, habla y comunicación, buen gusto, imaginación e inteligencia”. No me convence mucho.
Continúo…
“El número 3 ha sido considerado desde tiempos antiguos como un número sagrado y con un significado espiritual profundo. En diferentes culturas y religiones se ha asociado con conceptos como la perfección, la divinidad y la trinidad”. No, no, no busco la perfección, sino el progreso.
“El número 3 en la Kabalá está asociado con la creatividad y la manifestación. Nos recuerda que tenemos el poder de crear nuestra realidad y de expresar nuestra divinidad a través de nuestras acciones y elecciones”. Sí, nuestras decisiones son la construcción de nuestra vida.
“En lo espiritual representa la trinidad divina, la conexión entre el cuerpo, mente y espíritu, así como la manifestación de la energía creativa y el equilibrio. Es un número que nos recuerda la importancia de la armonía y la unidad en nuestras vidas”. Es eso, la conexión entre el cuerpo, mente y espíritu. Lo encontré.
Durante 33 años me he enfrentado a diversas batallas. Desde aquel domingo en el que nací entra las convulsiones de mi madre, tan joven ella de 19 años, quedó en coma dos días por la preclamsia. Llegué al mundo en medio del caos.
Mi infancia dividida entre juegos y pesadillas, momentos felices, muchos, momentos tristes, otros tantos. Mi brazo roto a los 9. Una lucha ganada.
Mi adolescencia con baja autoestima, el bullying en primero de secundaria, los amores creados en mis pensamientos, la escritura que apareció para salvarme. Mi juventud de lucha por terminar una carrera, por ejercer, por ir más allá de lo que mis recursos económicos querían permitirme, cancelar una boda, titularme, conseguir un empleo. La muerte de mi prima Fabiola a los 31.
Cumplir 31 y estar en el sepelio de Jessica Viridiana Fuentes Tapia, una amiga anónima que murió a esa edad, nuestra edad. Sus sueños interrumpidos. Las metas que no alcanzará ya nunca. El fin de su vida. “Las personas que mueren nunca nos abandonan, se convierten en energía, pero siempre nos acompañan”, dijo la tanatóloga.
Todas son batallas, en unas gané, en otras perdí, pero jamás me he retirado de una, valiente o miedosa, tibia nunca. Consecuencias. Las cosas no son buenas o malas, lo bueno o malo es cómo reaccionamos.
Si algo he tenido que enfrentar de los 32 a los 33 es a mi mente y que el prejuicio o las opiniones de las personas no me afecten, si aprueban o desaprueban, si me aman o no, si me aceptan o me rechazan; a veces nos autoengañamos cuando decimos “a mí no me importa la opinión de la gente”, pero dejamos de usar los zapatos que nos gustan si alguien los criticó o nuestra ropa favorita que otro dijo que era ridícula o nos cubrimos el cuerpo si escuchamos un comentario sobre nuestro peso y comemos menos; nos construimos a través de las opiniones externas, somos un rompecabezas que arman los demás.
Este año he tenido que respirar fortaleza para tomar mis propias decisiones y asumir las consecuencias como algo que yo quiero, yo anhelo, yo pienso. Yo. Esa es la libertad, deseo que la encuentres pronto también y si ya lo hiciste, te admiro, hermana. Ser mujer significa luchar contra los estereotipos y expectativas que la sociedad, la religión o cualquier institución pretende imponernos.
Porque hoy yo debería estar casada, con hijos y en casa, en cambio tengo un trabajo, una perra y una relación con una persona con discapacidad, que además es más grande que yo, que barbaridad. Así me siento feliz. ¡Blasfemia!
Cumplir 33, conexión entre el cuerpo, mente y espíritu, ese fue mi deseo al soplar las velas del pastel. El piso 33 se llama “gratitud”. Gracias por tanto vida, Dios, Universo. ¡Feliz cumpleaños a mí!