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sábado, mayo 18, 2024

La NIÑA que quería SER FUTBOLISTA

Hoy charlé con una niña. Nos sentamos en medio de una cancha de futbol, cada una con su balón.

―Mi sueño…

―Mi sueño…

―… es…

―… era…

―… ser futbolista.

―… ser futbolista.

Lo dijimos al mismo tiempo y, al darnos cuenta, sonreímos.

La niña llevaba puesto un short azul marino que a los costados decía Pachuca con letras blancas, unas calcetas de licra, una playera del mismo color y tenis negros con detalles verdes. Horas antes la vi jugar entre niños. Uno le jaló el cabello, otro la pateó en la espinilla, otros se burlaron cuando no logró quitarles la pelota. Cuando terminó el partido, tenía los ojos vidriosos, pero no derramó ni una lágrima.

―Gracias por ser valiente ―comencé la plática.

―Me dicen que soy una machorra. Me hubiera gustado ser más niña, usar vestidos y verme linda…

―Yo creo que eres fantástica ―la interrumpí ―. Quiero decirte algo muy importante: yo te conozco y quiero agradecerte porque a pesar del temor has enfrentado mucho, desearía que no hubieras vivido ciertas cosas como los golpes entre tu mamá y tu papá o las pesadillas que tenías por las noches cuando todo lo veías gigante como si te fuera a aplastar o aquel sábado que te rompiste el brazo o cuando el niño que te gustaba se burló de ti en la escuela. Gracias porque a pesar de todo te levantas con la esperanza de que algún día todo será diferente. Gracias.

Ella me miraba y yo seguí diciendo, intentando mirarla también:

―Y perdón porque debí decirte palabras bellas sobre tu físico, sobre tu inteligencia, sobre tu valor en lugar de culparte por ser tan sensible y llorar con facilidad. Perdón porque debí motivarte a que siguieras entrenando, pero te dije que no eras buena en el futbol. Perdón porque te dije que era tu culpa que tu mamá y tu papá se divorciaran. Te llamé cobarde cuando acusaste a la profesora que te jaló el cabello en la clase. Perdón.

Ambas lloramos, nos abrazamos. No me di cuenta en qué momento cambió su atuendo. Ahora llevaba ahora playera blanca con un overol rojo y tenis blancos. Me dijo que se lo regalaron en su cumpleaños número ocho.

―¿Me cuidarás? ―preguntó.

―Siempre.

Lo que le dije después no fue una ocurrencia, fue un compromiso:

―Cuando sientas miedo o soledad, sólo piensa en mi rostro y puedes estar segura que nada pasará, ahí estaré en cada momento que me necesites porque faltan muchas cosas por vivir. Tu brazo roto no se recuperará del todo, pero será funcional; vas a ser tía a los diez años de una niña que se llamará María Fernanda y te dará mucha paz abrazar a esa bebé. En la secundaria unos niños te golpearán, pero ahí voy a estar para protegerte. Tu primer novio se llamará Erick. No funcionará.

Quise decirle algo más:

―No vayas tan a prisa. Sé que deseas ser adulta, pero vas a extrañar estos momentos de la infancia, créeme. Tendrás una fiesta de quince años y tocarás en una banda de rock, unos meses solamente. Sí, te romperán el corazón, varias veces, pero nada imposible de sanar.

―¿Seguimos teniendo miedo? ―inquirió.

―Sí, pero lo seguimos enfrentando, ya no hay pesadillas.

―¿Iremos a la universidad?

―Hicimos tres exámenes de admisión, pero lo logramos.

―¿Conoceremos el verdadero amor?

―En nosotras mismas lo encontramos, luego de varios intentos fallidos.

―¿Qué es lo mejor de ser grandes?

―El sentido de libertad, compartir tiempo con las personas que amas y el deseo de ayudar a otras.

―¿Qué es lo más triste hasta ahora?

―Nuestro abuelo va a morir mientras le acaricias la mano. Esto ocurrirá cuando tengas treinta y un años; así que en cuanto llegues a casa hoy, dale un abrazo por las dos y dile que lo amas.

―¿Qué otro consejo me darías?

―Disfruta más tu infancia; no vivas tan enfadada por lo que te diga la gente, ni permitas que sus opiniones te afecten; abraza más a tu papá, a tu mamá y a tu hermanito David. ¡Ah! No te preocupes por el futuro, pese a todo estamos bien.

―¿Somos felices?

―Sí, aunque tardamos en descubrir que la felicidad es sentir tranquilidad.

―¿Cumpliremos nuestros sueños?

―Si.

―¿Seremos futbolistas?

―No.

―¿Actrices?

―No.

―Entonces, ¿qué hacemos?

―Escribimos historias… pero todo a su tiempo. Tengo que irme. Te amo, niña Lorena. Hasta pronto.

Me levanté para tomar mi camino. La niña se levantó también y de inmediato volvió a la cancha pateando el balón, arropada con su uniforme del Pachuca. El rostro que asomaban unos ojos vidriosos, ahora enmarca una mirada sagaz, concentrada en la portería; su meta: driblar sobre sus adversarios y anotar un gol. Galopa con pasos seguros. Juega tan bien…

Lorena Piedad
Lorena Piedad
Pachuca, 1990. Locutora y redactora. Participante de la Feria Nacional de Escritoras Mexicanas (FENALEM), edición 2022. Algunos de sus textos fueron publicados en la Antología Poéticas de los Sures Femeninos Despatriarcalizando la Poesía (Colombia, 2020) y en Voces Indómitas Primera Antología de Narrativa Breve Escrita por Mujeres (México, 2021).

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